Por Adrián de la Vega Rodríguez.
Un libro recientemente publicado, nos cuenta como en los años 60, el campus de la Universidad de Harvard fue el escenario de una serie de experimentos radicales que, aunque polémicos en su momento, contribuyeron a un cambio en la percepción y aplicación de los psicodélicos en el tratamiento de la depresión y otras enfermedades mentales.
La historia es contada de forma maravillosa por Don Lattin en su libro titulado “El club psicodélico de Harvard” en el cual se analizan los hechos cronológicos que llevaron a realizar estos experimentos.
Liderados por el ahora legendario profesor de pisoclogía Timothy Leary, los experimentos se centraron en la investigación de las sustancias psicodélicas, como la psilocibina, que se encuentran en el LSD y los hongos. En Harvard, Timothy Leary colaboró con tres destacados y polémicos académicos en sus investigaciones sobre sustancias psicoactivas: Richard Alpert, Huston Smith y Andrew Weil.
Richard Alpert, compañero profesor de psicología, era un ávido explorador espiritual. Después de su tiempo en Harvard, viajó a la India y experimentó una profunda transformación personal, regresando como Ram Dass, un líder espiritual y maestro muy influyente en la Nueva Era.
Huston Smith, un profesor de filosofía en el MIT especializado en religiones comparadas, abogó por una mayor tolerancia y comprensión de las creencias religiosas no cristianas, incluyendo el hinduismo, budismo e islam, en un período de la historia de Estados Unidos donde el conocimiento de estas creencias era limitado.
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Por último, Andrew Weil, un médico graduado y no profesor, se convirtió en un defensor de renombre de la medicina holística y natural. Su enfoque de la medicina se centra en el bienestar general del individuo, incorporando tanto intervenciones físicas como mentales para promover la salud.
El experimento consistió en suministrar 20 miligramos de psicolocibina a varios presos de la prisión de Concord, así como un estudiante de posgrado de Harvard llamado Ralph Metzner. El resultado fue más que sorprendente, ya que el 75% de los presos que tomaron psilocibina, y que eran puestos en libertad, no reincidían.
Sin embargo, los experimentos no estuvieron exentos de controversia, incluso Leary fue perseguido por el FBI. La opinión pública y la comunidad académica se dividieron en torno al valor y la ética de este trabajo. Eventualmente, la presión resultó en la expulsión de Leary y Alpert de Harvard.
Tras su expulsión de Harvard y la prohibición de psicodélicos, Leary, convertido en icono de la contracultura, promovió su uso, resultando en múltiples arrestos y condenas. Ingeniosamente, logró escapar de una prisión de baja seguridad tras manipular un test de conducta que él mismo había diseñado.
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El «club psicodélico de Harvard» dejó un legado trascendental. Millones tomaron LSD y otras sustancias psicoactivas en los 60 y 70, buscando sentido a dichas experiencias. Según Lattin, autor del libro, estos cuatro hombres ayudaron a interpretar ese alucinante viaje colectivo, cuyo impacto sigue siendo objeto de debate.
Pero el legado de estos experimentos ha sido mucho más importante de lo que pensábamos, ya que el enfoque hacia las sustancias psicoactivas, previamente censuradas, ha experimentado una transformación notable en tiempos recientes. Hay un aumento en la tendencia hacia la aceptación de la marihuana, junto con un renovado interés de la comunidad científica en el LSD y el MDMA.
Los actuales estudios clínicos investigan su capacidad terapéutica para abordar condiciones como la depresión, el estrés postraumático, la dependencia al alcohol y la ansiedad relacionada con la mortalidad en personas con enfermedades terminales.
Los estudios llevados a cabo en Harvard durante los años 60 jugaron un papel crucial en la apertura a esta renovada perspectiva.
Imagen: presetbase vía Unsplash
