Cuatro científicos locos y tenebrosos de la vida real

Parece que el cine y la literatura de terror no tienen tanto de ficción como pensábamos. Después de conocer estas historias de científicos locos de la vida real, te vas a dar cuenta de que la sed de conocimiento puede llevar a algunas personas a límites que pueden ser aterradores. Todo en nombre de la ciencia:

Giovanni Aldini

científicos locos
¿Un rayo puede revivir a alguien?

En la clásica película de zombis, un rayo cae del cielo y un cadáver se levanta de su tumba. Pero la idea de que los muertos podían revivir con electricidad era, en su momento, una hipótesis científica que se estudiaba con toda seriedad. Giovanni Aldini, un científico italiano, estaba dispuesto a probárserla a las masas.

Para eso, montó en Londres un pequeño circo científico en 1803, en el que la atracción principal era el cuerpo de un condenado a muerte. Lo conectó a una batería y, según una descripción recopilada por The Guardian, «su mandíbula comenzó a temblar, los músculos adyacentes se contorsionaban horriblemente, y el ojo derecho se abrió«. Luego, logró que su brazo lanzara un puño al aire, mientras sus piernas y brazos se movían frenéticamente, como si se estuviera defendiendo de una golpiza.

Aldini formaba parte de una corriente que defendía una idea llamada ‘galvanismo’, que creía que los músculos se movían gracias a la energía eléctrica que les enviaba el cerebro y les llegaba a través del sistema nervioso central. La idea no era precisa, pero tenía sentido: hoy sabemos que el movimiento muscular sí es controlado por el cerebro, que la comunicación se hace por medio de impulsos eléctricos, y que los músculos pueden ser estimulados con electricidad.

Illya Ivanovich Ivanov

Este zoólogo ruso de comienzos del siglo XX quería probar la teoría de la evolución. «Si cruzaba a un simio con un humano, y producía descendencia viable, eso significaría que Darwin tenía razón acerca de los cercanos que somos«, escribe Alexander Etkind, un historiador de la ciencia ruso, según publica New Scientist. Así que para hacerlo, Ivanov se consiguió la financiación, el permiso de las autoridades de su país, y se fue a la Guinea Francesa en 1926 a buscar simios para inseminarlos con material genético humano. No lo logró.

Ya había intentado cruzar otras especies: una cebra con un burro, un bisonte con una vaca, y varias combinaciones de ratones, liebres y otros roedoeres. Por eso, no se iba a desanimar: el ‘plan b’ era implantar semen de simio en hembras humanas. Cuando ya todo estaba listo, Tarzán, el orgulloso donante, murió a sus 26 años. Y cuando estaba haciendo los trámites para buscar uno nuevo, Ivanov cayó en desgracia con la burocracia soviética, fue exiliado a Kazajistan y murió al poco tiempo.

¿Por qué Rusia financió una investigación tan extraña? Hay varias hipótesis. Por la época se creía que los tejidos de gorila eran una especie de tónico revitalizante para los humanos, por lo que se especula que los burócratas soviéticos querían garantizar un suministro constante de elíxires de la eterna juventud. También se creía que probar que Darwin estaba en lo correcto sería un golpe de propaganda interesante contra la religión, y que a Rusia le interesaba entender la inseminación artificial para ‘mejorar’ su raza y preservar algunos rasgos físicos y de caracter que consideraba deseables.

José Delgado

Una de las grandes carreras científicas del siglo XX fue la del control del cerebro humano. Y entre los métodos agresivos e irreversibles, como la lobotomía, y el desarrollo de los fármacos psiquiátricos, el neurólogo español José Delgado había ideado un punto medio: implantar electrodos en el cerebro. Su experimento más famoso consistió en parar a un toro de lidia, en plena embestida, a control remoto, por medio de una orden que se emitía por radio y era recibida por el ‘chip’ de su cerebro.

El paso natural era intentar lo mismo en humanos. Y lo hizo en unos 25 pacientes todos ellos «desesperadamente enfermos«, según le dijo a Scientific American. La idea era estimular ciertas zonas del cerebro por medio de ondas electricas que se emitían desde afuera. Su método no fue muy efectivo, pues tuvo resultados limitados e impredecibles. Además, causó una gran polémica en la época, pues abría la puerta a un escenario que ha sido planteado muchas veces en la ciencia ficción: el de un control externo del comportamiento humano.

Él mismo se encargó de avivar la controversia cuando publicó un artículo en el que aseguró que su trabajo podría contribuir a la creación de «un hombre psicocivilizado en el futuro; un hombre menos cruel, más feliz y mejor«. Al final, aceptó una oferta para volver a su España natal en 1974 –trabajaba en Estados Unidos desde 1946–, y su investigación perdió vigencia.

De todos modos, la instalación de chips en el cerebro y otras partes del cuerpo ha recibido un impulso reciente, gracias a los avances en el diseño de semiconductores cada vez más pequeños y poderosos. Hoy se tratan así enfermedades como el párkinson o la sordera, por ejemplo. Por eso, Delgado puede ser considerado un pionero, así no haya tenido cuidado de no asustar a la humanidad con su trabajo.

Sergey Brukhonenko

El final del siglo XIX fue una época propicia para los científicos locos. Sergey Brukhonenko, otro fisiólogo ruso, estaba interesado en encontrar maneras de soportar la vida de forma artificial. Para eso inventó una de las primeras máquinas de corazón y pulmones, todo muy bien. Lo que asusta es la manera en la que la probó: la conectó a la cabeza de un perrito decapitado, y efectivamente, lo convirtió en un zombi. Aquí lo pueden ver (si quieren):

Es aterrador –sobre todo para quienes tenemos un cachorro en casa–, pero sin esos experimentos hoy no podríamos hacer operaciones de corazón abierto.

Imágenes: John David Bigl III (vía Shutterstock), Telstar Logistics (vía Flickr)

José Luis Peñarredonda

José Luis Peñarredonda

Un día me preguntaron sobre mis intereses y no supe por dónde empezar. Decidí entonces ponerlos en orden y dibujé un diagrama de Venn para agruparlos a todos: Internet, cine, periodismo, literatura, narración, música, ciencia, fotografía, diseño, política, escritura, filosofía, creatividad... Me di cuenta de que en toda la mitad de ese diagrama, en el punto en el que todos estos círculos confluyen, está la tecnología. Eso me llevó a ENTER.CO. Estudié Periodismo y Filosofía en la U. del Rosario. PGP: http://bit.ly/1Us3JoT

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