El cine colombiano acaba de sumar un capítulo inesperado a su historia tecnológica con Reflejos, el thriller psicológico dirigido por Miguel Urrutia que se convirtió en la primera producción nacional con efectos visuales creados íntegramente con inteligencia artificial.
No es un logro menor: detrás de sus escenas oníricas, apariciones fantasmales y quiebres visuales hay un laboratorio vivo diseñado por estudiantes y egresados de la Universidad Nacional de Colombia que trasladaron al cine un conocimiento que, hasta ahora, pertenecía al campo de la estadística y las matemáticas aplicadas.
En la película, Javier —interpretado por Robinson Díaz— se enfrenta a visiones que fragmentan su memoria. Contratado por Raquel (Amparo Grisales) para restaurar una casona donde cada madrugada aparece el espectro de una mujer (Viña Machado), inicia un viaje que transita entre el miedo, la obsesión y la pregunta inevitable sobre si el destino puede alterarse. Ese tránsito emocional fue también un desafío técnico: ¿cómo representar visualmente un mundo que se quiebra sin caer en recursos tradicionales o costosos para una producción local?
La respuesta llegó desde un terreno improbable. El equipo liderado por Gabriel Patrón Herrera, estadístico de la UNAL y director de efectos AIVFX, adaptó modelos de imagen y video que nunca habían sido probados en el cine colombiano. Sin manuales, sin precedentes y sin estudios previos en la industria audiovisual nacional, el grupo tuvo que inventar una metodología para transformar algoritmos matemáticos en atmósferas cinematográficas.
El aporte de Juan Flores —físico y pianista— y de José Sebastián Ñungo —estudiante de la Maestría en Matemáticas Aplicadas— fue clave. Ambos entendían las estructuras internas de modelos como Stable Diffusion, diseñados originalmente para generar imágenes a partir de instrucciones de texto.
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Su reto fue domarlos para insertar distorsiones pictóricas, texturas irreales y figuras fantasmales dentro de escenas filmadas con actores reales. Mientras uno exploraba modelos de imagen cuadro a cuadro, el otro trabajaba con sistemas de video que permitían manipular movimiento, profundidad y composición.
Pero la IA no funcionó como una herramienta automática. El equipo tuvo que escribir código, ajustar parámetros, adaptar poses y corregir variaciones hasta conseguir una estética coherente con la intención del director. Esa mezcla entre ciencia y narrativa permitió, spor ejemplo, que el rostro de un niño adquiriera una apariencia renacentista o que las visiones de Javier se sintieran como pinturas quebradas que reaccionan a su estado emocional.
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Aunque el trabajo final ocupa menos de dos minutos en pantalla, el proceso fue monumental. Meses de experimentación se concentraron en secuencias que definieron la textura onírica del filme y demostraron que es posible crear efectos avanzados sin depender de infraestructuras millonarias. No se trata de abaratar el cine, sino de ofrecer nuevas rutas para que producciones locales accedan a herramientas globales sin renunciar a su identidad artística.
El impacto ya es visible: Reflejos ganó premios a Mejores Efectos Especiales en Los Ángeles y en el Bogotá HorrorFest, y quedó inscrita automáticamente en 33 festivales de 16 países. Para Patrón, el verdadero aporte está en haber probado que la IA no reemplaza al cine, sino que lo amplifica cuando es guiada por científicos, artistas y narradores que entienden su potencial.
Colombia, por primera vez, no solo mira la tecnología aplicada al cine: la crea. Y ese reflejo abre un nuevo camino.
