Entre el perfeccionismo y la locura

Perfeccionismo

Siempre he tenido la tendencia malsana de tratar de hacer las cosas perfectas. Pero, a diferencia de otros perfeccionistas, yo tengo claro que esa no es una virtud, sino un defecto. El problema es que no es fácil soltar el lastre de ciertos rasgos de personalidad.

La primera vez que alguien me hizo caer en cuenta de que el perfeccionismo era malo fue hace 25 años, durante una visita a la sede de Microsoft en Seattle. Allá le pregunté a un desarrollador por qué los programas de Microsoft nunca llegaban al mercado libres de errores. Él me contestó algo que aún recuerdo: hacer que un software sea bueno requiere unos 9 puntos de esfuerzo. Pero llevarlo de bueno a perfecto no necesita 1 punto más, sino otros 9 puntos de esfuerzo, y eso no es eficiente. Por eso, los dejan en buenos y corrigen los errores en las siguientes versiones.

Debí haber interiorizado esa forma de pensar. Pero no fue así. Por eso trabajo con más estrés que otra gente y pierdo mucho tiempo en detalles que no impactan tanto el resultado final. Eso se refleja en que escribo menos artículos que mis compañeros, me demoro más en terminarlos y algunos son demasiado extensos porque no puedo evitar la inclinación a tratar de agotar cualquier tema que abordo.

Los perfeccionistas mueren más jóvenes y tienen tasas más altas de suicidio. No solo estamos locos, sino jodidos.

Y ahora encima resulta que eso es malo para la salud. Hace poco leí un artículo en BBC que dice que los perfeccionistas sufren con mayor frecuencia de males como depresión, ansiedad, desorden obsesivo compulsivo, trastornos de alimentación, estrés post-traumático, fatiga crónica, insomnio y dolores de cabeza. También sienten más culpa, vergüenza e ira. Y lo peor es que mueren más jóvenes y tienen tasas más altas de suicidio. El artículo, que analizó docenas de estudios médicos y mentales, incluso afirma: “Los problemas mentales no solo son causados por el perfeccionismo, sino que algunos de esos problemas pueden conducir al perfeccionismo”. O sea que no solo estamos locos, sino jodidos.

Perfeccionismo

Al leer eso, me consolé pensando que, con el tiempo, he logrado equilibrar el perfeccionismo con algo que antes pensaba que era otro defecto mío, y que ahora resulta ser una cualidad: la tendencia a procrastinar. El escritor Mark Twain decía: “Nunca dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana”. La frase es más sabia de lo que parece. Al dejar las cosas para última hora, uno se obliga a hacerlas en menos tiempo, pero la oleada de estrés y adrenalina cuando se acerca una fecha de entrega es tan grande que el trabajo igual resulta bueno. Incluso, una charla de Adam Grant en TED Talks dice que procrastinar permite salir con soluciones que a veces son más creativas.

Algo siempre saldrá mal

Mis compañeros de oficina se burlan de mi tendencia a estresarme por los detalles, y su argumento es que uno nunca va a poder controlar todas las variables. El mes pasado pude ver cuánta razón tienen.

Debía dictar una conferencia sobre liderazgo en el evento anual más importante de ENTER.CO, Expo Digital, y durante una semana me encerré a escribir la presentación buscando que fuera más atractiva –con una especie de guion que hilara toda la charla– y traté de memorizar cada palabra de la misma. Como buen perfeccionista, había leído un libro sobre el tema para prepararla, ‘Charlas TED’, y esos eran dos consejos de Chris Anderson, el organizador de esas famosas charlas.

Trabajé en la conferencia 10 horas diarias durante una semana, logré memorizar cada palabra, definí hasta los tiempos ideales para los chistes y practiqué la charla una y otra vez hasta que sentí que había logrado minimizar mis debilidades como conferencista: no soy buen orador, hablo muy rápido y me aterra estar parado frente a un auditorio repleto, así que no eran asuntos menores.

El día de la charla llegué confiado. El salón estaba lleno, e inicié la presentación sin demoras. Me sentía inspirado y lúcido, y luego de 10 minutos sentía que todo estaba saliendo como lo había planeado… Lo único extraño era que algunas personas estaban levantando la mano, cada vez con mayor frecuencia, mientras yo hablaba. En una parte, paré para tomar agua y revisé mi bragueta con disimulo para ver si el problema era por ese lado. Estaba bien cerrada, así que seguí con la charla, hasta que la cantidad de manos levantadas se hizo insostenible. Me detuve, pregunté qué pasaba y resultó que estaba en el salón equivocado de Corferias, dictando mi charla al público que no era.

Creo que logré disimular mi vergüenza con un chiste sobre los famosos comerciales de Davivienda, y acogí las risotadas del público como una aprobación al chiste y no como lo que posiblemente eran: una burla bien merecida a mi monumental y prolongada metida de pata. Y creo que cuando llegué al salón correcto (20 minutos tarde y con el ego maltrecho) la gente disfrutó mi charla… Creo, porque me tocó dictarla mucho más rápido y eliminando a la carrera partes de mi ‘guion perfecto’ para no robarle tiempo al siguiente conferencista.

El incidente me recordó que tratar de hacer las cosas lo mejor posible es lo ideal… Siempre y cuando uno esté dispuesto a aceptar que la búsqueda de la perfección no es saludable, ni es real.

Imágenes: iStock

 

Javier Méndez

Javier Méndez

A mediados de los años 80 tuve un paso fugaz por la facultad de ingeniería de sistemas de la Universidad de los Andes, pero me tomó pocos meses descubrir que escribir código era mucho menos apasionante que escribir artículos. Desde entonces pienso que la tecnología es más divertida cuando se la disfruta desde afuera que cuando se la sufre desde adentro. Y aunque mis primeros pasos en el periodismo los di en la sección deportiva de El Tiempo, era cuestión de tiempo para que aterrizara en el mundo de la tecnología. Llevo 30 años escribiendo sobre tecnología, primero en El Tiempo, y ahora en la revista ENTER y EmpresarioTek.co. Puede seguirme en Twitter en @javiermendezz

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4 comments

  • Excelente artículo, en mi caso me desesperé tanto con los problemas de envío de la revista a mi casa, que no acepté más y no renové la suscripción, pero recuerdo que sus artículos son de los que más disfrutaba

    • Gracias por el comentario, D0m1n1c. Y le ofrezco disculpas por los problemas que tuvo con la entrega de las revistas. Ojalá algún día podamos contarlo entre nuestros suscriptores de nuevo.

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