El debate sobre la privacidad digital ha pasado de ser un tema técnico a convertirse en un asunto político, económico y social de primer orden. El reciente caso de TikTok, con más de 32 millones de usuarios activos en Colombia, lo ha puesto en el centro de la conversación.
Aunque el veto parcial impuesto por Estados Unidos a esta red social se enfocó en preocupaciones de seguridad nacional, la controversia reveló un fenómeno más profundo: la desprotección del usuario común frente a las plataformas digitales. ¿Sabemos realmente qué datos entregamos y para qué se usan?
Los nombres y correos electrónicos ya no son los únicos activos valiosos. Hoy, cada clic, desplazamiento, rostro o ubicación compartida cuenta una historia sobre nosotros. Y esa historia puede ser utilizada para vender, manipular, vigilar o influir en nuestras decisiones.
En Colombia, la Ley 1581 de 2012 regula el tratamiento de datos personales. Pero, según advierten expertos como Sarita Enríquez y Juan Nicolás Lozano, del bufete Posse Herrera Ruiz, la falta de conciencia de usuarios y empresas deja vacíos peligrosos. Muchos aceptan términos de uso sin leerlos y no ajustan configuraciones de privacidad por desconocimiento.
La información recolectada por plataformas como TikTok va mucho más allá del entretenimiento. Datos biométricos, hábitos de consumo, patrones de navegación y ubicación son parte del perfil digital que se construye en segundo plano. Todo eso tiene un valor estratégico en el mercado global.
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El riesgo no está solo en quién recopila los datos, sino en quién los controla, cómo los usa y bajo qué normas. La red china ByteDance, dueña de TikTok, ha sido señalada por permitir un nivel de perfilamiento que preocupa a gobiernos y expertos por su posible uso con fines geopolíticos.
En este contexto, Colombia no puede permanecer al margen. Las preguntas que plantea el caso TikTok son clave: ¿están las entidades reguladoras preparadas para exigir transparencia? ¿Tienen las empresas protocolos claros para proteger la información? ¿Saben los usuarios qué derechos tienen?
La privacidad no debe ser vista como un obstáculo para la innovación, sino como una condición necesaria para una economía digital ética y sostenible. Las reglas claras generan confianza y reducen los abusos. Las políticas de privacidad no son letra muerta, son el contrato entre la plataforma y el usuario.
Además, la responsabilidad no termina al subcontratar servicios. Si una empresa delega el almacenamiento de datos a un tercero, también debe garantizar que ese tercero cumpla con las mismas reglas. De lo contrario, se rompe la cadena de confianza.
Frente a este panorama, los expertos recomiendan tres acciones básicas pero esenciales. Primero, leer cuidadosamente las políticas de privacidad. Segundo, revisar y ajustar las configuraciones de cada red social. Y tercero, desconfiar del “todo gratis”: si no paga con dinero, probablemente lo hará con su información.
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El verdadero problema no es que las plataformas recopilen datos, sino que lo hagan sin control, sin límites y sin rendición de cuentas. Esa es la línea que no debe cruzarse. Porque cuando entregamos nuestra información sin saberlo, estamos cediendo parte de nuestra libertad.
El caso TikTok no es un escándalo aislado, es un síntoma de una enfermedad más profunda: la falta de soberanía sobre los datos personales. En un mundo cada vez más digital, entender este problema es tan importante como saber votar o pagar impuestos.
En definitiva, la privacidad digital debe dejar de ser una preocupación secundaria. Es un derecho fundamental que requiere educación, legislación moderna y vigilancia activa. Y en ese proceso, cada usuario colombiano tiene un papel que jugar. Porque cuidar nuestros datos es también cuidar nuestra democracia.
Imagen: Archivo ENTER.CO