Colombia enfrenta una realidad alarmante en el sector asegurador, pues más de 30 mil casos de fraude fueron reportados durante 2024, dejando pérdidas superiores a los $272 mil millones. Lo más preocupante no es solo el número, sino la sofisticación creciente de estas estafas.
El fraude en seguros ha dejado de ser un asunto de improvisados. Según la Policía Nacional, detrás de cada caso hay estructuras delictivas organizadas, donde cada miembro cumple un rol específico: desde quien suplanta al asesor, hasta quien gestiona pagos en cuentas personales.
Las víctimas suelen ser contactadas por WhatsApp, correo o incluso llamadas telefónicas, donde se les ofrecen “descuentos únicos” o pólizas urgentes. La trampa está servida: cotizaciones falsas, pagos apresurados y nula verificación de identidad de quien está al otro lado.
Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca y Atlántico encabezan la lista de regiones con más reportes de fraude. Lo que estas zonas tienen en común no es solo la cantidad de denuncias, sino también la rapidez con la que los delincuentes actúan para burlar la confianza de las personas.
“Una oferta muy buena para ser verdad, probablemente no lo sea”, advierte Álvaro Carrillo, presidente de Seguros Bolívar. Según él, uno de los mayores errores del consumidor es dejarse llevar por el precio sin validar la fuente. La desinformación es, en muchos casos, el mejor aliado del estafador.
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Por eso, la prevención comienza por el conocimiento. Aprender a detectar las señales de alerta es clave. Una de las más comunes es la solicitud de pagos a cuentas de personas naturales. Ninguna aseguradora seria lo hará. Tampoco enviará cotizaciones por WhatsApp sin que el cliente lo haya solicitado.
Otras señales son los descuentos extremos, los correos sin dominio oficial o las llamadas con preguntas inusuales sobre su vehículo o sus datos personales. Estos contactos buscan obtener información para suplantarlo o manipularlo. Si algo no suena bien, deténgase.
El factor urgencia también juega un papel clave. Presionan para pagar “ya” o perderá el “beneficio”. Este tipo de manipulación emocional es una táctica conocida: el miedo y la prisa ciegan al comprador y lo llevan directo al fraude. Desconfíe siempre de estas prácticas.
Frente a este panorama, la recomendación más segura sigue siendo la más antigua: acuda directamente a su asesor o a los canales oficiales de la aseguradora. Pregunte, verifique, no tema detener una compra hasta tener certeza. El fraude se alimenta de la prisa y la desinformación.
Comprar un seguro debería ser sinónimo de tranquilidad, no de riesgo. Por eso, estar alerta no es ser desconfiado: es ser consciente de una realidad que afecta a miles de personas al año. Un país informado es un país más seguro, también en materia de seguros.
Imagen: Generado con IA