Sí, soy paranoico¿ ¿y qué?

El capítulo de anoche de CSI me hizo pensar que tal vez no estoy tan mal de la cabeza como parezco cuando tomo todas las precauciones antes de poner cualquier tipo de información en Internet, principalmente si se trata de fotografías o datos personales y familiares.

En dicho episodio, criminales e investigadores se valieron de unas fotos y videos publicados en la Red por víctima y victimario, bien para cometer su fechoría o bien para descubrir al culpable. ¿Ni siquiera tuvimos que pedir una orden para entrar a su casa¿, le dijo la agente Catherine Willows a la autora intelectual del crimen, con una risa socarrona que hasta envidia me dio.

Hace poco me entró la ¿goma¿ por los espacios personales en Internet, una mezcla de blog, álbum fotográfico y ¿querido diario¿ que ofrecen diferentes proveedores de servicios en línea, como MSN, Yahoo, Geocities, Blogger, Myblog, Livejournal o iBlogs. Unos son gratuitos, otros alquilan sus espacios para poner en ellos lo que uno quiera.

Lo que uno quiera¿ Mi recomendación para quienes disfrutan publicando su información en línea (como yo) es que se pregunten qué quieren realmente que las demás personas conozcan acerca de ellos y quiénes quieren que compartan esa información.

Para ayudarles a responder dichas preguntas, les planteo dos sentencias fundamentales que he aprendido a lo largo de mi vida, aunque a veces fracase al aplicarlas: la primera, uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice (de lo que publica, en este caso); la segunda, todo lo que diga (o publique) puede ser usado en su contra (y no solo en procesos judiciales).

Usualmente, los espacios personales le permiten decidir si su información va a estar a disposición de todos los navegantes de la Red, solamente de aquellos que se encuentran en su lista de contactos o apenas de unos privilegiados a quienes usted invite explícitamente a conocer su sitio en línea. Los niveles de seguridad varían según el servicio, pero básicamente son esos tres.

Si usted tiene cierta información privada, solo para sus más allegados, pero le gustaría compartir otras cosas con todo el resto del mundo, sería preferible que creara espacios diferentes para cada audiencia.

Una vez defina cuál va a ser su público, piense con cuidado qué les va a mostrar. Yo, por ejemplo, no me sentiría tranquilo si una foto mía, de mi familia o incluso de mis amigos más cercanos estuviera al alcance de los mil millones de navegantes de Internet que hay en el planeta, y que pudieran apropiarse de ella con solo dar clic derecho.

También evitaría comentarios como ¿Por favor, hagan fuerza para que a mi tía Petra, la millonaria que vive en Santa Ana, ahí a dos cuadras de la caseta del celador que queda subiendo por la cuadra del supermercado, le vuelvan a poner vigilancia en la calle, porque a la pobre le da miedo quedarse solita en ese casonón con todas esas cosas de valor que tiene¿.

Personalmente, creo que información muy específica (nombres propios, lugares, hábitos, ciertas fotos¿ en fin, la lista puede ser tan larga como su aprecio por la intimidad lo decida) no debería estar al alcance de todo el mundo en la Red. A veces ni siquiera de un reducido y selecto grupo¿ un artículo titulado ¿La traición¿ en el sitio personal de un gran amigo siempre me recuerda que la prudencia es mejor consejera.

Sí, soy paranoico¿ y no porque sea un personaje digno de persecución, asedio, acoso u hostigamiento. Simplemente porque todavía le doy valor a la intimidad, a la vida privada.

Habrá a quienes no les importe que su vida sea un libro abierto en la Red Mundial, porque todavía piensan en ella como un espacio ¿virtual¿. Para mí, Internet es tan real que prefiero seguir siendo dueño de lo que callo y no esclavo de lo que publico en ella. ¿No es verdad, agente Willows?

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