El lado oscuro de la convergencia

JAVIER MÉNDEZ
EDITOR DE TECNOLOGÍA DE EL TIEMPO

Imagine cuán vulnerables seríamos si recibiéramos todos los servicios públicos ¿agua, gas, luz, teléfono¿ por un mismo ¿tubo¿. En ese escenario, cualquier corte en el servicio sería dramático. Guardadas las proporciones, eso está sucediendo con Internet.

Las fallas en el servicio que se produjeron hace unos días en Colombia nos recordaron lo relevante que se ha vuelto la Red en la vida diaria. La imposibilidad de buscar información, enviar y recibir correo, realizar transacciones en línea o simplemente leer las noticias del día tenían con los pelos de punta a los usuarios a las pocas horas del corte.

El problema fue causado por fallas en los cables submarinos que nos conectan con la columna vertebral de Internet en Estados Unidos. No era la primera vez que el cable Arcos fallaba este año, pero en teoría nuestra fragilidad se reducirá gracias a nuevos proyectos de interconexión anunciados por Telefónica, ETB y Columbus Network.

Pero hay algo que no mejorará en el futuro: debido a nuestra creciente dependencia de Internet, el impacto que tendrán interrupciones como esta ¿o las que generen virus, sabotajes y otros peligros¿ será cada día mayor.

Parte de la culpa la tiene la tan mentada convergencia. Antes, diversos servicios (TV, Internet, telefonía, etc.) nos llegaban por redes separadas. Hoy no: todo está convergiendo en Internet, y a medida que más servicios y aplicaciones se muden a la Red, más limitaciones tendremos cuando las conexiones fallen (eso para no hablar de la lentitud de la banda ancha que se ofrece en Colombia, que nos afecta así haya servicio).

Hoy, por ejemplo, usted puede hacer llamadas telefónicas, con o sin enlace a Internet. Pero las comunicaciones de voz se están volcando a la Red, así que una falla en la conexión lo dejará sin telefonía fija (también un corte de luz, algo que no pasa con la telefonía tradicional). Y cuando la televisión sea IP y le llegue por la misma ¿avenida¿, no se podrá consolar con sus programas de TV mientras vuelve la conexión.

También seremos más dependientes de la fiabilidad de la Red a medida que aumente el uso de aplicaciones y servicios web (los que se emplean en línea).

Hoy, con o sin Red, usted puede seguir trabajando en sus documentos de Word o Excel en el PC; no podría decir lo mismo si usara procesadores de texto u hojas de cálculo en línea, como los que ya ofrecen varias compañías (así la aplicación tenga una versión ¿fuera de línea¿, mucho de su trabajo estará en la Red). Y esta tendencia no se da solo en programas menores; aplicaciones corporativas de mayor calado, como el software de ERP, también se empiezan a usar como un servicio web.

Todo esto, por supuesto, no quiere decir que debamos alejarnos de la Red. Sería como si hubiéramos evitado la aviación ante el riesgo real de que las naves se caigan. La transición a Internet es inevitable. Pero es claro que seremos muy vulnerables si no nos obsesionamos con planes de contingencia, conexiones y centros de datos redundantes, altísima seguridad y otras medidas necesarias en estos tiempos de convergencia.

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