El iPhone 17 apenas lleva unos días en el mercado y ya enfrenta un frente de críticas que crece en redes sociales. Bajo la etiqueta #Scratchgate, cientos de compradores han compartido imágenes de sus dispositivos con rayones visibles incluso después de haber estado pocas horas fuera de la caja. El fenómeno recuerda otros tropiezos de Apple en el pasado, pero en este caso la polémica gira en torno al material elegido para la carcasa, el aluminio.
Apple presentó los modelos Pro con un cambio importante en su diseño. La compañía abandonó el titanio, que había dado solidez a generaciones anteriores, y regresó al aluminio. La decisión sorprendió a muchos porque el titanio es más duro y resistente a los arañazos, aunque resulta más costoso y complejo de trabajar.
El aluminio, en cambio, es liviano y económico, pero su maleabilidad lo hace mucho más vulnerable a microabrasiones y rayaduras. Esa diferencia en las propiedades físicas parece estar detrás de las quejas que hoy se multiplican en todo el mundo.


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El aluminio tiene baja dureza en comparación con otros metales como el acero inoxidable o el mismo titanio. Aunque Apple lo recubre con anodizado para darle color y algo de protección, la capa es superficial. Una llave en el bolsillo, una moneda o incluso el roce repetido contra una mesa bastan para dejar marcas.
A diferencia del vidrio, que puede resistir más tiempo antes de mostrar desgaste, el aluminio conserva las huellas de cualquier contacto áspero. En generaciones anteriores como los iPhone 13 Pro Max o los iPhone 14 Pro los usuarios reportaron menos problemas, en parte porque esos modelos usaban acero inoxidable y titanio. Esos materiales, aunque más pesados, ofrecían mayor durabilidad estética. Hoy muchos compradores sienten que con el iPhone 17 se ha dado un paso atrás.
Los modelos y colores más afectados
Las primeras observaciones coinciden en que los iPhone 17 en colores azul y negro son los más sensibles a los rayones. Esto no significa que los otros tonos estén libres del problema, pero en superficies oscuras los defectos se hacen mucho más evidentes. El brillo metálico que deja un arañazo rompe con el acabado mate original y salta a la vista, algo que genera frustración en quienes esperaban un teléfono impecable por más tiempo.
Los reportes señalan que el problema afecta tanto a las versiones base como a las Pro. La diferencia es que en los modelos Pro la expectativa de mayor durabilidad era más alta, lo que amplifica la decepción de los usuarios. En lo inmediato el “Scratchgate” no compromete el funcionamiento del equipo. El rendimiento interno, la cámara y la batería se mantienen intactos.
Sin embargo, el impacto es reputacional. Apple ha construido su imagen en torno a la calidad premium y al diseño impecable de sus productos. Que un dispositivo que supera los mil dólares muestre rayones en cuestión de días mina la confianza de los compradores y abre espacio para que la competencia destaque su resistencia como un valor diferencial.
La situación también implica un costo adicional para los usuarios. La funda deja de ser opcional y se convierte en una necesidad, lo que contradice la narrativa estética de Apple que siempre muestra sus teléfonos como objetos de diseño puro sin necesidad de accesorios protectores.
En redes sociales abundan las comparaciones. Algunos mencionan que sus antiguos iPhone, sin funda, siguen intactos, mientras que los nuevos presentan daños apenas al sacarlos de la caja. Otros recuerdan que marcas rivales como Samsung o Xiaomi han apostado por acabados en vidrio reforzado o materiales híbridos que resisten mejor el desgaste cotidiano.
El iPhone 17 Pro Max tiene un problema #scratchgate pic.twitter.com/n0MpF4pdQn
— Federico Ini (@fechu) September 21, 2025
Apple se enfrenta ahora a un dilema. Mantener el aluminio facilita la producción y reduce peso, pero genera quejas sobre la durabilidad. Volver a materiales más robustos significaría mayores costos y complejidad en el diseño. Mientras tanto los consumidores tendrán que decidir entre proteger su inversión con una funda o resignarse a convivir con los rayones.
El “Scratchgate” no pone en riesgo la funcionalidad del iPhone 17, aunque sí golpea la percepción de valor. En un mercado donde la durabilidad estética es parte de la promesa premium, cada arañazo se convierte en una grieta en la confianza hacia la marca.
