Un destello solar puede tardar apenas minutos en alterar nuestra vida diaria. La electricidad, el internet, los GPS y hasta las comunicaciones aéreas son vulnerables a las tormentas solares. Y aunque parecen fenómenos lejanos, su impacto puede sentirse en la Tierra de manera inmediata. Por eso, un grupo de científicos colombianos decidió adelantarse con una herramienta basada en inteligencia artificial.
El proyecto fue desarrollado por Juan Esteban Agudelo Ortiz, magíster en Astronomía de la Universidad Nacional, y por el profesor Santiago Vargas del Observatorio Astronómico Nacional. Su propuesta permite predecir tormentas solares en cuestión de minutos, un avance que supera ampliamente a los métodos matemáticos tradicionales que podían tardar horas, días o incluso años en entregar resultados.
El reto estaba en descifrar la información que llega del Sol, un lenguaje oculto en los llamados parámetros de Stokes. Estos indicadores permiten medir la energía de la luz solar, así como temperatura, movimientos y campos magnéticos. Comprenderlos era clave para anticipar tormentas, pero el proceso resultaba tan lento que cuando había respuesta, la tormenta ya había pasado.
Allí entra en juego la IA. Agudelo y Vargas entrenaron redes neuronales profundas con datos obtenidos en supercomputadores del Instituto Max Planck y con observaciones reales del satélite japonés Hinode. La idea fue enseñar al algoritmo a reconocer la “firma” magnética de las tormentas, incluso cuando las imágenes estaban distorsionadas por el ruido de los telescopios.
El resultado cambió el panorama. Lo que antes demandaba enormes recursos computacionales durante largas jornadas, ahora puede resolverse en minutos. Y lo más importante: sin sacrificar precisión. La inteligencia artificial reprodujo con fidelidad los cálculos clásicos, pero a una velocidad que permite actuar antes de que la tormenta llegue a la Tierra.
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Los investigadores también incorporaron principios de la física solar en el entrenamiento de la red neuronal. Al incluir la llamada “aproximación de campo débil”, el modelo no solo fue más veloz, sino también más confiable. Recuperó con mayor detalle los campos magnéticos, fundamentales para anticipar fenómenos peligrosos.
Este avance ofrece nuevas herramientas a los observatorios solares. En un futuro cercano, podrán emitir alertas tempranas que den a gobiernos, empresas y ciudadanos el tiempo necesario para proteger satélites, redes eléctricas y sistemas de comunicación. Se trata de una contribución que conecta la investigación científica con la seguridad tecnológica global.
La importancia de contar con estas predicciones se entiende mejor al revisar la historia. En 1989, una tormenta solar dejó sin electricidad a millones de personas en Canadá. Más reciente, en 2022, una llamarada solar hizo caer 40 satélites de Starlink. Con una humanidad hoy mucho más dependiente de la tecnología, un episodio de esa magnitud tendría consecuencias graves.
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El aporte de Agudelo y Vargas demuestra cómo la ciencia hecha en Colombia puede tener repercusión internacional. Al mismo tiempo abre puertas a nuevas aplicaciones en otras áreas, como el estudio del clima terrestre, la economía o la biomedicina, donde el análisis de datos complejos también exige velocidad y precisión.
Las tormentas solares seguirán ocurriendo. Pero ahora, gracias al trabajo de investigadores colombianos y al apoyo de la inteligencia artificial, tenemos una ventaja decisiva: el tiempo para reaccionar antes de que un destello en el cielo desconecte al mundo entero.