Innovar sin perder la esencia: así renueva Tremé su propuesta gastronómica con platos que sorprenden en sabor y tradición

En Bogotá, donde cada semana parece abrir un nuevo restaurante, Tremé ha logrado algo poco común: consolidarse como un referente que combina identidad cultural, innovación gastronómica y un ambiente que invita a quedarse. Inspirado en la cocina Cajún Creole y en la tradición cultural de Nueva Orleans, este restaurante no solo sirve comida, sino que crea una experiencia integral que mezcla sabores, música y hospitalidad consciente.

La más reciente renovación de su carta es una muestra de cómo un restaurante puede evolucionar sin perder su esencia. Innovar no significa empezar de cero, sino reinterpretar lo propio con creatividad, frescura y respeto por la tradición. Esa es la filosofía que Mile High Group, el colectivo gastronómico detrás de Tremé,  ha logrado materializar en cada detalle de este espacio.

Desde el primer contacto, el servicio marca la diferencia. Nuestro recorrido por la carta estuvo guiado por Ángelo Mateo Rodríguez, un mesero que se mueve con naturalidad entre el conocimiento técnico y la cercanía con el cliente. No se limita a recitar los ingredientes: explica cómo fueron desarrollados los platos, cuáles técnicas se usaron y qué maridajes pueden potenciarse. Ese nivel de profesionalismo transmite seguridad y eleva la experiencia de elegir qué comer.

La nueva carta mantiene el carácter de la cocina Cajún Creole, pero la adapta a un público contemporáneo que busca sabores frescos y saludables. En promedio, los precios de los platos fuertes se encuentran entre los $60.000 y $75.000, mientras que las entradas rondan los $30.000 a $40.000 y los cócteles están alrededor de los $35.000 a $45.000. Es una propuesta coherente con la calidad del producto y la experiencia completa que se ofrece.

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Probamos algunas de las novedades más destacadas. Las Andouille Meatballs ($39.000) fueron el primer golpe de sabor: albóndigas de salchicha rellenas de dátiles, envueltas en tocineta ahumada y acompañadas de un romesco de pimientos con almendras. El resultado es un equilibrio entre dulzura, ahumado y untuosidad que sorprende en cada bocado.

Los Tacos de Costilla ($34.000) son una reinterpretación arriesgada y lograda. El cerdo prensado y confitado en mole Creole se combina con berenjenas y chile ancho, mientras que el hinojo encurtido y el toque de limón mandarino rompen la intensidad con frescura. Son un ejemplo de cómo un plato clásico puede transformarse sin perder identidad.

El turno marino llegó con los Langostinos Flambeados, preparados en un curry verde con leche de coco, vegetales al mirín y arroz pegajoso de coco terminado con ajonjolí tostado y maní. El plato es ligero, aromático y sofisticado, pensado para quienes buscan una propuesta fresca y balanceada.

El Salmón Glaseado ($73.000) fue quizá el plato más redondo de la noche. Marinado en cajún y miel con jengibre, acompañado de puré cremoso de papas y espárragos a la parrilla, se complementa con una salsa de pimientos rojos ahumados que aporta profundidad. Un plato que refleja la apuesta del restaurante por unir salud y sabor en un mismo formato.

El cierre llegó con el Pumpkin Cheesecake, un postre que se sale de lo convencional. La base de calabaza le da un giro sutil y delicioso al cheesecake clásico, acompañado de helado de vainilla silvestre y una salsa de butterscotch al Bourbon que redondea la experiencia con notas cálidas.

En coctelería, la creatividad sigue siendo protagonista. El Mezcalito, con ojo de tigre, destilado de naranja y miel, ofrece un perfil ahumado y cítrico que potencia los sabores más intensos de la carta. El Dixie Gin ($43.000), infusionado con eucalipto, pepino, jengibre y limón, es fresco y equilibrado, ideal para maridar con platos especiados.

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El espacio de Tremé refuerza la experiencia. Su terraza, decorada con lámparas colgantes, un techo de lona blanca y rodeada de vegetación, transmite un aire íntimo y sofisticado. En las noches, la música en vivo llena el ambiente con ritmos que evocan a Nueva Orleans, logrando que la visita sea también un viaje cultural. Es un lugar diseñado para conversar sin prisa, disfrutar con amigos o celebrar momentos especiales.

Lo más valioso de Tremé es que logra innovar sin perder su esencia. Los cambios en la carta no buscan sorprender con artificios, sino mantener la memoria gustativa de la cocina Cajún Creole y darle un aire fresco. Esa coherencia se refleja en la manera en que cada plato cuenta una historia, en el conocimiento del equipo de servicio y en la atmósfera que envuelve al comensal.

Más allá de la propuesta gastronómica, lo que ofrece Treme es un espacio que invita a quedarse. Su carta renovada no solo está pensada para sorprender el paladar, sino también para acompañar las conversaciones que se extienden entre copas y platos al centro de la mesa. Allí, entre la calidez de la atención y la creatividad en cada preparación, uno entiende que la comida puede ser mucho más que un acto de saciar el hambre: es una experiencia que se comparte, se recuerda y se disfruta desde el primer saludo hasta el último bocado.

Visitar Tremé es recordar que comer bien va más allá del plato; es sentirse parte de una narrativa que conecta tradición, música y hospitalidad en un mismo lugar.

Imagen: Instagram/Tremé

Digna Irene Urrea

Digna Irene Urrea

Comunicadora social y periodista apasionada por las buenas historias, el periodismo literario y el lenguaje audiovisual. Aficionada a la tecnología, la ciencia y la historia.

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