Cuando OpenAI presentó GPT-5, la expectativa era que todo sería más fácil. Un solo modelo, capaz de decidir por sí mismo cómo responder, iba a acabar con el interminable menú de opciones que confundía a los usuarios. Pero apenas una semana después, la promesa de simplicidad se convirtió en un tablero con más botones y más caminos por elegir.
El nuevo GPT-5 llega con tres modos: Auto, que actúa como cerebro central y decide internamente qué modelo usar; Rápido, para respuestas inmediatas; y Pensando, para análisis más extensos y detallados. Sobre el papel, la fórmula suena bien. En la práctica, implica que los usuarios vuelven a tener que decidir por dónde entrar, algo que el propio Sam Altman había jurado evitar.
El giro no termina ahí. GPT-4o, retirado la semana pasada, regresa al selector de modelos para los usuarios de pago. También están de vuelta GPT-4.1 y o3, aunque hay que activarlos desde la configuración. GPT-4.5 sigue siendo exclusivo de los suscriptores Pro por su alto consumo de GPU. Todo esto ha hecho que el selector, lejos de desaparecer, luzca más concurrido que nunca.
Altman asegura que GPT-5 recibirá una actualización de personalidad: será más cálido que ahora, pero sin el exceso que algunos percibían en GPT-4o. El objetivo final es que cada usuario pueda definir el estilo del modelo a su gusto, un cambio que reconoce algo que OpenAI no anticipó del todo: las personas desarrollan vínculos con estas inteligencias artificiales.
Entre la promesa y la reacción: un estreno accidentado
El día del lanzamiento, el enrutador de GPT-5 tuvo fallos. Las respuestas tardaban, algunas parecían menos precisas que en versiones anteriores y la sensación de fluidez desapareció. Altman tuvo que intervenir en Reddit para explicar que era un problema puntual, mientras Nick Turley, vicepresidente de ChatGPT, admitía que no siempre aciertan en el primer intento, pero que pueden iterar rápido.
Más allá de lo técnico, lo que realmente incomodó a muchos usuarios fue el retiro repentino de modelos que apreciaban. La vuelta de GPT-4o no es casualidad: fue una respuesta directa a las quejas. En el mundo de la IA, el apego humano es un factor emergente. No es solo la funcionalidad; es el estilo, el tono y hasta la “personalidad” de cada modelo lo que hace que las personas prefieran uno sobre otro.
Ejemplos sobran. En San Francisco, un grupo organizó un funeral simbólico para Claude 3.5 Sonnet, un modelo de Anthropic que fue desconectado. Y en el caso de ChatGPT, hay usuarios que ajustan sus flujos de trabajo, sus conversaciones e incluso sus emociones a un modelo específico. Cambiarlo, aunque sea por algo técnicamente mejor, puede sentirse como perder un aliado.
El reto para OpenAI no es menor: debe ofrecer personalización sin complicar más la experiencia. No todos quieren respuestas largas; no todos buscan inmediatez. Algunos prefieren un tono analítico, otros uno más conversacional. Unificar eso bajo un mismo paraguas es un ejercicio de equilibrio delicado.
El límite de 3.000 mensajes semanales para GPT-5 Thinking y la posibilidad de seguir usando la versión mini después son intentos por balancear demanda y capacidad técnica. Pero estos detalles, sumados al regreso de modelos antiguos, mantienen vivo el mismo dilema: si GPT-5 nació para simplificar, ¿por qué ahora parece que hay más decisiones que nunca?
Por ahora, GPT-5 es una actualización potente, pero no el modelo único que se había prometido. Es más rápido cuando debe serlo, más profundo cuando se lo pide, y promete adaptarse a cada usuario. Pero su estreno deja claro que, en inteligencia artificial, la simplicidad no siempre llega de la mano de la evolución.
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