Tras siete semanas de intensas audiencias, el juicio antimonopolio entre Meta y la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC) ha llegado a su fin, dejando en suspenso uno de los casos más relevantes del panorama digital global. El juez James Boasberg tiene ahora la tarea de determinar si el gigante tecnológico fundado por Mark Zuckerberg deberá desprenderse de Instagram y WhatsApp, adquiridas hace más de una década y consideradas fundamentales para la compañía.
¿Monopolio o competencia legítima?
La FTC sostiene que Meta utilizó las adquisiciones de Instagram (2012) y WhatsApp (2014) para neutralizar amenazas competitivas, consolidando así su posición en un segmento del mercado que la agencia define como “servicios de redes sociales personales”, enfocados en relaciones interpersonales. Aunque esas compras fueron aprobadas en su momento, ahora se argumenta que impiden la competencia justa y libre.
Meta defiende un ecosistema en transformación
Meta, por su parte, rechaza las acusaciones asegurando que compite en un entorno mucho más amplio que el planteado por la FTC. Desde su perspectiva, plataformas como TikTok, YouTube e incluso iMessage de Apple participan activamente en la lucha por captar la atención de los usuarios. Según sus abogados, cualquier intento por revertir adquisiciones tan antiguas representa una distorsión legal sin precedentes.
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Debate sobre los límites del mercado digital
Uno de los puntos centrales del juicio ha sido la definición del “mercado relevante”. Mientras la FTC lo limita a un grupo reducido de plataformas centradas en relaciones personales, Meta intenta ampliarlo incluyendo a otros competidores por atención y publicidad. Esta diferencia es clave, ya que según el alcance que se le atribuya, el juez podría determinar si la compañía ejerce o no una posición dominante indebida.
El impacto potencial de un fallo adverso
Si Boasberg respalda a la FTC, Meta podría verse obligada a vender una o ambas plataformas. También podrían imponerse medidas correctivas menos severas pero de alto impacto. En cambio, una victoria clara de la empresa probablemente derivaría en una apelación inmediata, prolongando la disputa por años y sentando un precedente para futuras regulaciones.
Una resolución que no llegará pronto
Ambas partes tienen ahora cuatro meses para presentar sus argumentos finales por escrito. Aunque el juez ha asegurado que buscará resolver con rapidez, reconoció la complejidad del caso, por lo que el veredicto podría demorarse hasta finales de este año. Mientras tanto, el sector tecnológico y los reguladores de todo el mundo observan de cerca, conscientes de que este fallo podría redefinir el equilibrio del poder digital.
Imagen: Generada con IA / ChatGPT