En teoría, tu celular serviría para lanzar una misión a la Luna

El 16 de julio de 1969, como parte de la misión Apolo 11, la Nasa envió a la Luna la nave Saturno V, con los astronautas Edwin ‘Buzz’ Aldrin, Michael Collins y el famoso Neil Armstrong a bordo. El 2o de julio de ese año ellos alunizaron exitosamente y el 21 de julio Armstrong y Aldrin se convirtieron en los primeros hombres de la historia en pisar nuestro satélite natural. Tres días después, el 24 de julio, regresaron a la Tierra y amerizaron en el Océano Pacífico.

Al leer todo lo que lograron en esa misión, que fue «un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad» –citando a Armstrong cuando pisó la Luna por primera vez–, es fácil pensar que requirieron una altísima tecnología, incluso para nuestra época. Y, aunque sí, en ese tiempo los equipos de la misión Apolo 11 eran los más modernos, a la luz de la tecnología actual, de uso cotidiano, parecen un chiste.

Un artículo de la Nasa señala que en la misión Apolo 11 usaron un equipo llamado Apollo Guidance Computer (Computador de Navegación del Apolo), que fue esencial para calcular y controlar la orientación y navegación del módulo de comando y el módulo lunar.

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En ese texto explican que usaron palabras de 16 dígitos binarios (bits), mientras que en esa época los computadores científicos usaban palabras de 24 bits. De esta forma, aunque las palabras más largas dan mayor precisión de cálculos, al hacerlas más cortas lograron circuitos más simples y velocidades más altas, con una precisión alta usando muchas palabras.

Para que quede claro, una palabra en informática no es lo mismo que en lingüística. Se refiere a una cadena limitada de bits, o sea, de dígitos binarios. Para que sea más claro, un caracter alfabético (una A, una F o una Z) generalmente requieren ocho bits de almacenamiento, como explica el portal Popular Science.

Una misión lunar de corta memoria

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Esa misma página señala que la memoria RAM del Apollo Guidance Computer tenía 2.048 palabras de almacenamiento, lo que se traduce en 32.728 bits de memoria RAM, unos 4.091 bytes, lo que no alcanza a ser ni el 1% de megabyte (MB), ya que un MB es un millón de bytes. En teoría, según ese mismo sitio web, ni su artículo ni el nuestro cabrían en la memoria RAM del computador de la misión Apolo 11.

Las memoria RAM de mi celular tiene 2 gigabytes (o sea, 2.000 megabytes. Una giga tiene 1.000 megas), que supera por mucho la que tenía el Apollo Guidance Computer. Y la memoria RAM de mi teléfono es baja, en comparación con otros celulares de gamas más altas o más nuevos, como el Samsung Galaxy S10+, que puede llegar a tener hasta 12 gigabytes de RAM. O sea, con solo la memoria RAM de nuestros teléfonos tendríamos capacidad de sobra para mandar un millón de naves Saturno V a la Luna, al tiempo.

Una calculadora tiene más capacidad de procesamiento

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En cuanto al procesador, según ZME Science, el que usó el Apollo Guidance Computer funcionaba a 0.043 Megahertz (MHz), mientras que un iPhone 6 usa un procesador Apple A8 de dos núcleos y 64 bits, que funciona a 1.4 Gigahertz (GHz). Un GHz equivale a 1.000 MHz. De nuevo, hagan sus cálculos.

Así que, si la misión Apolo 11 hubiera sido hoy, habría sido mucho más sencilla y menos estresante para la tripulación, debido a que tendrían una inteligencia artificial que facilitaría el alunizaje y el regreso a la Tierra, con mayor precisión y quitándoles a los astronautas el peso de tomar decisiones.

Además, los tripulantes se podrían comunicar de manera más rápida y eficiente con Tierra, aunque la velocidad de los mensajes sería la misma que en 1969, porque un mensaje tardaba en ese tiempo lo mismo que ahora: la velocidad de la luz. O sea, tanto en ese entonces como ahora un mensaje tarda en llegar de la Luna a la Tierra 1,26 segundos. Y, para todo eso, un par de celulares bastarían, incluso hasta bonitas fotos y videos podrían sacar, debido a los avances en las cámaras de los teléfonos.

Imágenes: Wikipedia y montaje ENTER.CO.

Fernando Mejía

Fernando Mejía

Quise ser músico, cineasta, astronauta, científico y poeta, cuando supe que solo me alcanzaba para la última, me hice periodista en el Externado para al menos escribir de todo eso y no defraudar al niño que fui.

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