Durante años, conseguir trabajo en Google, Apple o Meta era sinónimo de éxito; antes representaba alcanzar la cima profesional y formar parte del corazón de la innovación global. Sin embargo, esa visión se está desvaneciendo entre los nuevos graduados en Estados Unidos.
Un reciente informe de la National Society of High School Scholars (NSHSS) reveló un cambio significativo: el 75% de los jóvenes ya no aspira a trabajar en gigantes tecnológicos. Aunque pueda parecer contraintuitivo, hay razones profundas detrás de este giro.
El miedo a la automatización y los despidos masivos han erosionado la seguridad laboral en el sector tech. Las mismas empresas que prometían estabilidad ahora se asocian con cambios abruptos, jornadas extenuantes y decisiones corporativas que priorizan el valor bursátil sobre el bienestar humano.
A esto se suma una generación que no sólo busca salarios altos, sino propósitos, pues de acuerdo con un estudio de Network Trends, el 76% de los encuestados prioriza la estabilidad laboral por encima del prestigio o la remuneración. En otras palabras, quieren más que un cheque: buscan sentido.
En lugar de Silicon Valley, muchos miran hacia profesiones ligadas al cuidado y la salud; por ejemplo, carreras en enfermería, psicología, medicina o servicios sociales están ganando protagonismo. Este cambio no es aislado ni anecdótico: en países como España también ha aumentado la matrícula en programas relacionados con el bienestar humano desde 2018.
Te puede interesar: Cansado de tu trabajo actual: así están cambiando de vida quienes aprenden tecnología
El fenómeno podría explicarse, en parte, por las secuelas de la pandemia. El COVID-19 no solo expuso las fragilidades del sistema de salud, sino que también evidenció el valor de lo humano en contextos de crisis. La empatía, la comunidad y la utilidad social han pasado a ocupar un lugar central en las prioridades de los jóvenes.
Además, hay una dimensión ética que Big Tech ha pasado por alto. Los recién graduados no se conforman con oficinas lujosas o cafeterías con chefs internacionales. Preguntan por el impacto de su trabajo: ¿Estoy ayudando a alguien? ¿Lo que hago contribuye al bien común?
Para las grandes tecnológicas, este es un momento de reflexión profunda. Las estrategias de reclutamiento basadas en beneficios llamativos y una cultura “cool” ya no son suficientes. Si quieren seguir atrayendo talento, deberán reimaginar su propósito, ser transparentes sobre los efectos sociales de sus productos y ofrecer proyectos que generen un impacto real.
Este cambio generacional no implica necesariamente una caída de la industria tecnológica, sino una transformación de valores. El prestigio ya no se mide solo en acciones o títulos corporativos, sino en la capacidad de mejorar vidas.
Mientras en los 2000 triunfaban los que “hackeaban” el sistema, en los 2020 podrían brillar los que lo sanan. Es un giro que plantea retos, pero también oportunidades: el mercado laboral se está reescribiendo y el factor humano, al parecer, ha vuelto al centro de la ecuación.
Imagen: Archivo ENTER.CO