Desde octubre de 2025, el Banco de la República pone en marcha Bre-B, el sistema que busca transformar la manera en que los colombianos realizan transacciones digitales. La iniciativa no solo pretende reducir la dependencia del efectivo, sino también asegurar que cualquier persona pueda mover dinero entre entidades de forma inmediata, segura y con bajos costos. Aunque el proyecto está en su fase inicial, se inscribe en una tendencia que atraviesa América Latina y que ya muestra resultados concretos.
En los últimos años, los sistemas de pago interoperables aceleran la digitalización financiera. El ejemplo más citado es PIX en Brasil, que reduce el uso de efectivo en puntos de venta de 43% a 29% en pocos años. En Perú, la interoperabilidad entre billeteras electrónicas impulsa un crecimiento del 245% en las transacciones digitales durante 2024, un cambio significativo en un país con alta población no bancarizada.
México también avanza con CoDi, impulsado por el Banco de México, aunque con resultados más moderados; y en Colombia, el sistema Transfiya de ACH evidencia un aumento del 55% en el uso recurrente frente a los métodos tradicionales.
Estos ejemplos reflejan que la región se mueve hacia un ecosistema más conectado, con efectos visibles en la reducción del efectivo y en la inclusión financiera. Según el Banco Mundial, el 42% de los adultos en América Latina aún no tiene acceso a servicios financieros formales, lo que convierte a los pagos inmediatos en una herramienta estratégica para ampliar la cobertura.
Un cambio que trasciende la tecnología
Más allá de la comodidad para el usuario final, los pagos en tiempo real transforman la estructura de costos de bancos, empresas y gobiernos. Estudios de McKinsey & Company señalan que estas plataformas pueden reducir en un 40% los gastos operativos de las instituciones financieras, al eliminar procesos manuales como conciliaciones o correcciones por errores.
Para las empresas, el impacto es directo: los tiempos de cobro de facturas se reducen hasta en un 80%, lo que mejora el flujo de caja y facilita el acceso a capital de trabajo. En paralelo, los gobiernos administran de manera más eficiente subsidios y transferencias sociales, reducen filtraciones y aumentan la trazabilidad. Según el Banco Central Europeo, la digitalización de pagos representa ahorros cercanos al 0,7% del PIB anual en costos operativos y pérdidas por fraude.
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Aunque Bre-B y sistemas similares se presentan como innovaciones tecnológicas, los expertos advierten que el verdadero cambio está en la evolución regulatoria y la interoperabilidad. Para Camilo Arango, líder de expansión de la fintech colombiana Minka, “la interoperabilidad se ha convertido en una condición básica para operar. Ya no es una opción, sino una exigencia del mercado y de los reguladores”.
El escenario para Colombia es ambicioso: con Bre-B, la adopción de pagos inmediatos genera un efecto en cadena sobre la economía digital, reduce los costos para los actores del sistema y acelera la inclusión financiera en los próximos años. En la práctica, el éxito depende de dos factores: la capacidad de masificar su uso entre la población, especialmente en regiones donde el efectivo sigue siendo dominante, y el compromiso de las entidades financieras y comercios para integrarse al sistema.
Bre-B no es solo un nuevo capítulo en la historia de los pagos en Colombia; forma parte de un fenómeno regional que redefine la relación de las personas y empresas con el dinero. En un contexto en el que más del 58% de las transacciones en puntos de venta aún se hacen en efectivo, la pregunta clave es cuánto tardará esta transformación en convertirse en la norma y no en la excepción.
Imagen: Archivo ENTER.CO