Un agricultor colombiano ya no necesita caminar kilómetros para revisar si su cultivo necesita agua. Ahora puede ver todo desde su celular, gracias a dispositivos tecnológicos como sensores inteligentes que miden en tiempo real la humedad del suelo, la temperatura, el pH o la cantidad de nutrientes. Es la nueva cara de la agricultura de precisión.
El Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CINTEL) acaba de lanzar el estudio “Agricultura de Precisión: Monitoreo Inteligente con Sensores”, un documento que explora cómo tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT), la inteligencia artificial y los drones están cambiando el modo de sembrar y cosechar en Colombia.
“La baja productividad por hectárea sigue siendo uno de los grandes problemas del agro nacional”, señala el informe. A pesar de que Colombia cuenta con tierras fértiles y clima diverso, su rendimiento agrícola está por debajo del promedio regional. ¿La razón? En gran parte, la poca incorporación de tecnología en los procesos productivos.
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El informe advierte que para alimentar a los casi 10.000 millones de personas que habitarán el planeta en 2050, será necesario aumentar la eficiencia del campo. Y ahí, los sensores juegan un papel clave. “Un sensor puede convertir variables físicas como la humedad o la temperatura en datos digitales, que luego se analizan para tomar decisiones más inteligentes”, explica CINTEL.
La instalación de estos sensores permite automatizar procesos como el riego, la fertilización y hasta la detección de enfermedades en las plantas. Los resultados muestran que con cultivos más sanos, hay menos desperdicio de recursos y mayor productividad. En algunos casos, el uso de sensores ha permitido reducir el consumo de agua hasta en un 40% y aumentar la producción en un 20%.
Además, la información recolectada se analiza con ayuda de inteligencia artificial, que permite predecir escenarios y responder con rapidez a los cambios en el clima o en el estado de las plantas. Por ejemplo, se pueden activar aspersores o calefactores automáticamente cuando baja la temperatura.
Pero esta transformación tecnológica no es automática ni está exenta de retos. Uno de los principales obstáculos es la conectividad en las zonas rurales. “La transmisión de datos en tiempo real requiere redes estables, algo que no siempre está disponible en el campo colombiano”, advierte el documento.
También está el tema del acceso a los dispositivos; aunque el precio de los sensores ha bajado en la última década —pasaron de costar más de 1.000 dólares a cerca de 100—, muchos pequeños agricultores aún no tienen cómo adquirirlos o no saben cómo usarlos.
Por eso, el informe insiste en la necesidad de acompañar esta transformación con procesos de capacitación. “La tecnología no debe quedarse en una caja”, dice el estudio. Hay que enseñar a leer los datos, a interpretarlos y, sobre todo, a confiar en ellos como una nueva forma de entender la tierra.
Más allá del aumento en el rendimiento, la agricultura de precisión también tiene un impacto ambiental positivo. Al aplicar fertilizantes solo cuando y donde se necesitan, se evita la contaminación del suelo y de los cuerpos de agua. El riego controlado reduce el uso del agua y las emisiones de gases de efecto invernadero también bajan.
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“El uso de tecnologías emergentes en el agro no es un lujo, es una necesidad”, concluye el informe de CINTEL. En un mundo con cada vez más bocas que alimentar y menos recursos naturales disponibles, la innovación puede ser la diferencia entre el hambre y la seguridad alimentaria.
El campo colombiano está empezando a conectarse. Y si bien aún falta camino por recorrer, los datos muestran que la tierra, cuando se escucha, puede producir mucho más y con menos.
Imagen: Generada con IA