Durante años se ha repetido que las herramientas no-code marcarían el fin de la programación tradicional. Hoy, cualquiera puede construir una aplicación con pocos clics, sin saber escribir una sola línea de código. Pero, detrás de esa aparente simplicidad, sigue existiendo una verdad ineludible: el software más valioso del mundo no se sostiene solo con plantillas. Se mantiene gracias a quienes entienden cómo funciona realmente la tecnología.
Las plataformas no-code han democratizado la creación digital, permitiendo a emprendedores y empresas pequeñas automatizar procesos o lanzar productos sin grandes inversiones. Sin embargo, cuando los proyectos crecen y necesitan estabilidad, escalabilidad o seguridad, el papel del programador vuelve a ser esencial. Un estudio reciente de arXiv demostró que la implementación de regulaciones como el GDPR —que obliga a proteger y anonimizar datos personales— no puede resolverse con herramientas visuales, sino con intervención técnica humana.
Algo similar ocurre con la inteligencia artificial aplicada al desarrollo. Investigadores del MIT comprobaron que los programadores que usan GitHub Copilot completan tareas un 55 % más rápido, pero solo cuando saben corregir y validar lo que la IA genera. En otras palabras, la tecnología acelera el proceso, pero depende de quien entiende el código para evitar errores y garantizar resultados confiables.
Del miedo al reemplazo a la transformación del oficio
La idea de que las máquinas acabarán con el trabajo de los desarrolladores ha perdido fuerza frente a una realidad más compleja: la profesión se está transformando. Según un informe del Washington Post, entre 2023 y 2025 los empleos catalogados estrictamente como “programadores” cayeron un 27 %, mientras que los puestos de “desarrolladores de software” —con funciones más amplias y estratégicas— apenas se redujeron un 0,3 %. El cambio no está en desaparecer, sino en evolucionar hacia un rol más integral.
Hoy, los desarrolladores son más que codificadores: son arquitectos de soluciones, auditores de datos, diseñadores de experiencia y guardianes del cumplimiento normativo. El no-code y la IA automatizan tareas mecánicas, pero no reemplazan la capacidad humana de interpretar contextos, anticipar riesgos y tomar decisiones éticas. Como destacó The Guardian, “no se trata de escribir código, sino de entender el pensamiento detrás de él”.
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Uno de los ámbitos donde esa comprensión sigue siendo crítica es el cumplimiento de normas internacionales de privacidad. América Latina avanza hacia marcos similares al Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea. Brasil, por ejemplo, cuenta con su Ley General de Protección de Datos (LGPD), y Colombia prepara actualizaciones en la materia.
Cada regulación exige diseñar software capaz de auditar flujos de información, proteger consentimientos y asegurar transferencias internacionales. Ninguna herramienta no-code puede hacerlo sin la intervención de un desarrollador especializado.
Cuando una empresa de la región presta servicios a clientes europeos o estadounidenses, debe garantizar que su infraestructura tecnológica cumpla con normas como GDPR o CCPA. Eso implica decisiones sobre encriptación, trazabilidad y arquitectura, tareas que requieren criterio técnico y experiencia. Un estudio de la Universidad Concordia lo resume así: el cumplimiento digital no puede automatizarse por completo, porque es una forma de ingeniería en sí misma.
Aprender a pensar como desarrollador
Ante este panorama, escuelas como Holberton se han convertido en aliadas estratégicas para formar talento que entienda la tecnología más allá del código. Su metodología basada en cohortes, aprendizaje colaborativo y proyectos reales prepara a los estudiantes para enfrentar los desafíos del mundo laboral moderno, donde lo importante no es solo programar, sino resolver problemas complejos.
El enfoque de Holberton pone a los participantes frente a retos prácticos desde el primer día, fomentando la investigación, la autonomía y el trabajo en equipo. Esa experiencia los entrena para desenvolverse como profesionales capaces de construir soluciones reales y adaptarse a tecnologías cambiantes. No es casualidad que sus egresados trabajen hoy en empresas como Google, Apple, Tesla, Cisco y Dropbox.
Los nuevos programas ,que incluyen Desarrollo de Software (inicio el 4 de noviembre de 2025), Ciberseguridad (1 de diciembre de 2025) e IA Generativa, apuntan a formar perfiles con pensamiento crítico, dominio técnico y sensibilidad ante las regulaciones globales. En la era del no-code, Holberton apuesta por un principio simple: la herramienta cambia, pero el talento que sabe cómo usarla sigue siendo indispensable.