Anti-envejecimiento extremo, Bryan Johnson, el magnate tech que busca la inmortalidad con IA: su historia ya está en Netflix

En la intersección entre biotecnología, inteligencia artificial y ambición humana, hay un nombre que se repite con fuerza creciente. Bryan Johnson, emprendedor tecnológico y creador del Proyecto Blueprint, se ha propuesto un desafío que hasta hace poco solo era imaginable en la ciencia ficción. Su objetivo es vencer al envejecimiento mediante un sistema que combina datos, algoritmos, automatización y control biológico total.


Johnson no es un outsider del mundo tech. En 2013 vendió Braintree, su exitosa plataforma de pagos móviles y web, a PayPal por 800 millones de dólares. Con ese capital dejó atrás el ecosistema fintech para enfocarse en algo más disruptivo. Decidió convertir su cuerpo en una interfaz viva, capaz de medir y optimizar cada proceso físico, metabólico y neurológico mediante ciencia aplicada y sistemas inteligentes.

Su iniciativa, conocida como Blueprint, utiliza decenas de herramientas tecnológicas para capturar datos biométricos en tiempo real. Desde análisis moleculares diarios hasta escaneos cerebrales y modelos de IA personalizados. Cada decisión diaria, desde el minuto en que se despierta hasta el último suplemento que consume, está determinada por métricas automatizadas y protocolos de respuesta. Nada es casual. Todo es medible.

Este enfoque extremo de biohacking no se limita a la salud. Johnson ha desarrollado una inteligencia artificial entrenada con sus propias expresiones, registros médicos, decisiones y valores. Esta IA, que él llama su clon digital, tiene como objetivo preservar su conciencia más allá de su cuerpo biológico. Según su visión, la existencia digital es el siguiente paso evolutivo, y está construyendo desde ya una arquitectura para habitarla.

 

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Los resultados del experimento son provocadores y ampliamente documentados. Johnson asegura que su edad biológica es considerablemente menor que su edad cronológica y que su envejecimiento sucede a un ritmo más lento que el de cualquier humano registrado.

De hecho, según pruebas del reloj epigenético DunedinPACE, su ritmo actual equivale a envejecer solo 0,69 años por cada año transcurrido, lo que representa una desaceleración del 31 % con respecto al envejecimiento normal. Además, sus constantes vitales, como frecuencia cardíaca, calidad de sueño, elasticidad vascular y masa muscular, han sido optimizadas con precisión algorítmica.

Para quienes quieran observar cómo esta visión tecnológica se aplica en la práctica, el documental Don’t Die, disponible en Netflix, ofrece una exploración audiovisual de su estilo de vida y su filosofía. Desde tratamientos hiperbáricos hasta transfusiones de plasma de su hijo adolescente, pasando por sesiones de terapia lumínica, pruebas clínicas y discusiones con expertos, la producción revela el alcance real de su apuesta por la longevidad extrema.

Aunque su enfoque ha generado controversia ética y legal, la pregunta central no gira en torno a si Johnson vive más o menos, sino a si está anticipando una nueva era donde la existencia humana se gestiona como un sistema operativo. Su cuerpo, su IA, su disciplina diaria y su visión de inmortalidad funcional podrían ser la antesala de un modelo que integre biología con software de forma irreversible.

Si el siglo XX digitalizó la información, Johnson sugiere que el siglo XXI digitalizará la conciencia. Y como todo cambio de paradigma, sus consecuencias aún están por escribirse. En ese futuro, quizás no se trate de si viviremos para siempre, sino de en qué formato lo haremos.

Imagen: Editada con IA / ChatGPT

Redacción ENTER.CO

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