Snapchat le está enseñando a mi generación cómo se siente ser viejo

Snapchat
¡No los encuentro!

Se supone que los adolescentes están volcados en Snapchat. Allá nadie los espía, ni los vigila, ni les manda saludos vergonzantes, ni los etiqueta en fotos incómodas, ni les dice que se porten bien. Pero la mayoría de los de entre veintimuchos y treintipocos –es decir, mi generación– no la entienden.

«La app es malísima, difícil de entender«, dice Andrés, un estratega digital. Parece diseñada a prueba de adultos. Quien se la pase en Facebook y Twitter se pierde fácilmente en Snapchat: las opciones se activan de formas extrañas, nada en la pantalla inicial te dice qué hacer. Es como si fuera difícil a propósito, como si tus amigos tuvieran que enseñarte a usarla. Y, luego de cierta edad, nuestra vida ya no consiste en pasar ocho horas diarias con ellos.

Por eso muchos la detestan. «Es esa prueba de que uno no está hecho para todas las cosas nuevas, de que hay cosas que uno no va a entender porque es de otra generación«, me escribió Sandra, una amiga periodista.

«Descargué la app, no entendí nada y la borré»

Ese es el comentario general: «Lo usé, mandé una cosa y nunca la volví a usar«: Nicolás. «Lo entiendo, sé cómo se usa pero no para qué»: Katherine. «No logro entenderlo del todo, lo cual me hace sentir tecnológicamente muy vieja (y lenta)»: Luisa. «Lo abrí y nunca le encontré la gracia. O no lo entendí«: Daniel. «Descargué la app, no entendí nada y la borré»: Natalia. Todos ellos se ganan la vida en internet, valga decir.

Ese tren ya nos dejó. Nos hicimos viejos.

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Demasiado real

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¡No los encuentro!

Otra cosa que nos choca es que las cosas desaparezcan. No tanto porque necesitemos tenerlas ahí, sino porque es muy distinto hacer algo para que se evapore que hacerlo para que permanezca.

Instagram nació como una app para compartir imágenes bonitas, de esas que vale la pena volver a ver. De hecho, los filtros –la primera cosa que hizo que la app de fotos tomara cierto impulso, por allá en 2012– son herramientas para que los fotográficamente torpes pudieran hacer imágenes interesantes.

En Snapchat no importa la composición, ni el enfoque, ni los colores, ni nada de eso. Allí no vas a ser popular porque tus fotos sean muy bonitas, sino porque seas tú mismo. “Entre más haga uno el oso, mejor le va”, me explicó Paola Casabuenas, quien se dedica a hacer mercadeo con influenciadores y redes sociales en Sancho BBDO, una agencia de publicidad en Bogotá.

Para una generación acostumbrada a retocar su vida para las redes sociales, a publicar lo bonito y guardarse lo aburrido y lo desagradable, tanta espontaneidad puede llegar a ser desconcertante.

Le pega al punto exacto entre la riqueza del contenido y la rapidez para producirlo

Pero ya hay quien está aventurándose en ese terreno. Paola, por ejemplo, no tiene vergüenza en sacarse videos en los trancones, ni en mostrarse en situaciones que serían demasiado ‘reales’ para Instagram o Facebook. «Es que la foto no dura mucho«, dice: no la van a ‘stalkear’. Mayra, también periodista, me confesó que «Snapchat es un placer culposo«. Algo que comienza como pecado y acaba como costumbre.

Es que Snapchat le pega al punto exacto entre la riqueza del contenido y la rapidez para producirlo. No vas a hacer videos de calidad National Geographic, pero los puedes publicar en 20 segundos y su calidad es la justa para consumir en cualquier momento. No es una gran cena, sino un ‘snack’ de esos a los que recurrimos más veces de las que nos gustaría admitir.

Además, es entretenido usar la app. Fotos, colores, textos y emotíconos que en realidad no son muy pulidos, pero sí muy efectivos. Cuando aprendes a navegarla –de acuerdo, no es fácil–, descubres que tiene mucho encanto. Quienes pasaban horas en el colegio haciendo dibujos quizás sientan un ‘déjà vu’. El resultado es igual de cutre, pero igual de divertido.

Todo parece indicar que Snapchat romperá estos diques, y que su adopción entre quienes ya no somos adolescentes es inevitable. En Estados Unidos, Europa y Oriente ya es tremendamente popular, y los medios digitales de todas partes se pelean por estar allí. En Latinoamérica, está construyendo su audiencia –según Paola– de la mano de los YouTubers e influenciadores.

Cuando eso pase, más pronto que tarde, Snapchat pasará al panteón de las aplicaciones imprescindibles, de esas que se convierten en verbos. Como ‘tuitear’, ‘wasapear’ o ‘photoshopear’.

Las cuentas de Snapchat que me gusta seguir

Imagen: memegenerator.

José Luis Peñarredonda

José Luis Peñarredonda

Un día me preguntaron sobre mis intereses y no supe por dónde empezar. Decidí entonces ponerlos en orden y dibujé un diagrama de Venn para agruparlos a todos: Internet, cine, periodismo, literatura, narración, música, ciencia, fotografía, diseño, política, escritura, filosofía, creatividad... Me di cuenta de que en toda la mitad de ese diagrama, en el punto en el que todos estos círculos confluyen, está la tecnología. Eso me llevó a ENTER.CO. Estudié Periodismo y Filosofía en la U. del Rosario. PGP: http://bit.ly/1Us3JoT

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7 comments

  • Creo que la instale por mi hermano menor que me la recomendo pero no duré ni dos semanas jejeje, muy complicado para mi jejeje

  • Creo que la instale por mi hermano menor que me la recomendo pero no duré ni dos semanas jejeje, muy complicado para mi jejeje

  • Yo la instalé y quedé impresionada con los videos de eventos en vivo. Las imagenes son hermosas, aunque no sean maquilladas. Sin embargo, me pasa lo mismo que con Line: No tengo amigos allí. Si tuviera amigos, sería muy divertida. Pero todos mis amigos tienen Facebook.

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