Un nuevo estudio liderado por el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA ha confirmado un fenómeno poco documentado pero profundamente alarmante, y es que la sequedad sin precedentes en vastas regiones del planeta no solo está agotando el agua dulce, sino que está contribuyendo directamente al aumento del nivel del mar. Los resultados, publicados en la revista científica Nature Climate Change, abren una nueva dimensión en la crisis climática global.
La investigación se basó en más de dos décadas de datos recogidos por las misiones satelitales GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) y su sucesora GRACE-FO, operadas conjuntamente por la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán (DLR). Estos satélites miden con precisión los cambios en la masa terrestre, revelando la pérdida acumulada de agua en todo el mundo, desde los glaciares hasta los acuíferos profundos.
Pero fue al aislar los datos excluyendo las grandes capas de hielo, como las de Groenlandia y la Antártida, que los científicos encontraron algo inesperado, y el almacenamiento de agua en la superficie continental está disminuyendo a un ritmo tan acelerado, que ese líquido termina en los océanos, elevando su nivel. Es decir, no solo el hielo está contribuyendo al aumento del mar: ahora también lo hace la tierra seca.
El balance hídrico global muestra que al menos el 53 % de esta pérdida de agua dulce desde 2002 está relacionada con sequías persistentes en el hemisferio norte, especialmente en regiones como el suroeste de Estados Unidos, el norte de África, Medio Oriente, Rusia y el norte de China. El otro 47 % obedece a la extracción no renovable de aguas subterráneas, utilizada principalmente para irrigación intensiva y consumo urbano.
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La pérdida total de agua almacenada en tierra firme equivale a aproximadamente 20 milímetros del nivel del mar, una contribución comparable al derretimiento de glaciares de montaña. Según el estudio, este proceso ya representa entre el 10 y el 15 % del aumento observado en los océanos en los últimos 20 años.
Este hallazgo desmonta la visión tradicional de que el aumento del mar es causado exclusivamente por el deshielo polar y la expansión térmica del agua. Ahora se sabe que el vaciamiento de los continentes también está aportando al problema, en una dinámica que ha pasado desapercibida durante años.
Además, el estudio alerta sobre una transición preocupante: lo que comenzó como sequías episódicas se ha transformado en una megasequedad estructural, especialmente en las grandes regiones agrícolas del mundo. El agua subterránea, que tarda siglos en recargarse, está siendo bombeada a un ritmo insostenible. Y una vez extraída, esa agua ya no regresa al subsuelo: va al océano.
Este colapso silencioso está desestabilizando ecosistemas completos. Los humedales, que funcionaban como esponjas naturales, están desapareciendo. La agricultura enfrenta pérdidas crecientes. Y en ciudades dependientes de acuíferos profundos, la amenaza de colapso hídrico ya no es teórica: es inminente.
Según el equipo de investigación del JPL, “la disminución del almacenamiento terrestre es uno de los grandes impulsores del desequilibrio climático global y está directamente conectado con la seguridad hídrica de miles de millones de personas”.
La solución no es sencilla. Requiere detener la sobreexplotación de acuíferos, desarrollar tecnologías de recarga artificial y mejorar radicalmente la eficiencia en el uso del agua. También implica reformar la gobernanza hídrica: establecer límites, aplicar monitoreo satelital en tiempo real y evitar que el agua subterránea siga siendo una “fuente invisible”.
Imagen: susan-lu4esm