Samsung no solo lanzó un nuevo visor. Con el Galaxy XR, la compañía surcoreana abre la puerta a una nueva categoría tecnológica: los dispositivos nativos de inteligencia artificial. Este no es otro experimento de realidad extendida. Es el intento más ambicioso por unir, en un solo entorno, lo que hoy está fragmentado entre pantallas, asistentes y mundos digitales.
A diferencia de los visores de Apple o Meta, el Galaxy XR no busca solo mostrar otra realidad, sino comprender la del usuario. Equipado con sensores, cámaras y el modelo Gemini integrado a nivel de sistema, el dispositivo reconoce el entorno, interpreta gestos y responde con voz y visión. La IA deja de ser un algoritmo escondido y se convierte en un acompañante visible y activo.
Detrás de esta apuesta hay una alianza estratégica entre Samsung, Google y Qualcomm, una triada que intenta definir el futuro de la realidad extendida bajo un lenguaje común: Android XR. Este sistema operativo promete que cualquier app Android funcione sin fricciones dentro del visor, lo que rompe con la lógica cerrada del Apple Vision Pro y el aislamiento del ecosistema Meta.
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La clave está en que Galaxy XR no se concibe como un artefacto de lujo o un juguete para tecnófilos. Su propósito es más cotidiano: mezclar trabajo, aprendizaje y entretenimiento en un solo plano. Con él, un mapa de Google puede convertirse en un recorrido tridimensional guiado por IA; un video de YouTube se transforma en una clase interactiva; y un recuerdo en 2D cobra volumen para revivirse en 3D.
Samsung redefine la relación entre humanos y máquinas desde una premisa simple: la tecnología debe adaptarse al usuario, no al revés. Por eso el Galaxy XR fue diseñado con equilibrio ergonómico, materiales ligeros y una batería externa que libera movimiento. Cada decisión parece pensada para que el visor desaparezca de la mente y solo quede la experiencia.
¿Qué propone Samsung frente a Apple y Meta?
Pero el salto no es solo técnico, sino filosófico. Mientras Apple propone una realidad controlada y Meta un mundo social virtual, Samsung elige el camino de la coexistencia inteligente: IA, entorno real y virtual conviviendo en el mismo espacio. Es una visión más cercana a un asistente consciente que a un casco de realidad virtual.
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En el terreno del rendimiento, la potencia la aporta el chip Snapdragon XR2+ Gen 2, un procesador diseñado para entender contextos, no solo ejecutar tareas. Gracias a su unidad de procesamiento neuronal (NPU), el Galaxy XR anticipa gestos, reconoce voces y ajusta imágenes en tiempo real. Es el tipo de poder que hace que la tecnología parezca magia, aunque en realidad sea solo ingeniería avanzada.
La integración con Gemini marca una diferencia sustancial. Ya no se trata de pedirle a la IA que haga algo, sino de permitirle que entienda lo que hacemos. Si miras un objeto, puedes dibujar un círculo con la mano y obtener información instantánea. Si hablas, el sistema no solo escucha, sino que capta intención y contexto. En ese diálogo, el visor se convierte en una extensión del pensamiento.
Sin embargo, el gran desafío de Samsung no será técnico, sino cultural. Convencer a los usuarios de que este tipo de interacción no invade su privacidad ni sustituye la experiencia humana. El Galaxy XR ve, escucha y analiza constantemente. Y aunque lo hace para servir, no deja de ser inquietante que una máquina sepa tanto sobre lo que miramos y sentimos.
Lo cierto es que Samsung no busca competir de frente con Apple o Meta, sino trazar su propio mapa. Su apuesta es el ecosistema abierto, la colaboración y una IA más humana, menos espectáculo y más funcionalidad. Si Apple vende exclusividad y Meta vende comunidad, Samsung vende coexistencia.