Aprender tecnología ya no significa sentarse frente a un profesor ni memorizar teoría. Cada vez más personas están optando por un modelo distinto: el peer-learning, donde los estudiantes aprenden enseñando, resolviendo problemas reales y colaborando entre sí.
Esta metodología pone en el centro el trabajo entre compañeros. En lugar de seguir un plan rígido dictado por un docente, los estudiantes enfrentan retos prácticos, se ayudan mutuamente, y avanzan al ritmo que exige el mundo real, no el académico.
El principio es simple: para aprender bien, hay que explicar lo que se sabe. Esa lógica activa zonas del cerebro que refuerzan la comprensión. Estudios como los de la Universidad de Harvard han demostrado que este tipo de aprendizaje mejora el desempeño hasta en un 90%.
A diferencia del aula tradicional, el error aquí no es una falla: es parte del proceso. Fallar rápido, aprender del otro y construir soluciones en grupo son habilidades más valoradas hoy en día que repetir conceptos frente a una pizarra.
Además, el peer-learning fortalece competencias que el mercado laboral necesita: pensamiento crítico, colaboración, autonomía, empatía y adaptabilidad. No se trata solo de saber programar, sino de saber resolver problemas con otros y en equipo.
Este modelo también es más inclusivo. Al eliminar la figura del “experto” como autoridad única, promueve entornos horizontales donde todas las voces tienen valor. La diversidad de experiencias mejora la calidad de los proyectos y amplía las perspectivas.
En entornos tecnológicos, donde los lenguajes cambian cada pocos años, aprender a aprender se vuelve más importante que memorizar. Por eso el peer-learning se ha consolidado como una herramienta potente para mantenerse vigente en la industria.
Otra de sus ventajas es la cercanía con lo que ocurre en una empresa real. Desde el inicio, los estudiantes trabajan bajo presión, con equipos distribuidos, y enfrentando tareas similares a las que podrían encontrar en su primer empleo tech.
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Este enfoque ha sido adoptado por academias y programas intensivos en todo el mundo, que buscan formar talento para el sector digital sin recurrir a métodos educativos tradicionales. Ya no se trata de títulos, sino de habilidades y resultados concretos.
Uno de los referentes en América Latina que ha llevado el peer-learning al centro de su formación es Holberton Coderise, academia especializada en desarrollo de software. Su modelo no incluye clases magistrales ni exámenes, sino retos colaborativos, sesiones en vivo y trabajo entre pares.
Holberton está presente en Colombia, Ecuador, Panamá y EE. UU., y ofrece programas inmersivos y avanzados en áreas como desarrollo web, inteligencia artificial, blockchain, realidad aumentada y más. Sus entrenamientos son 100% remotos y están diseñados para preparar talento con estándares globales. Las próximas convocatorias ya están abiertas en su sitio web oficial.
Imagen: Generada con IA