Durante años, los celulares se midieron por el tamaño de su memoria RAM o la velocidad de su procesador. Pero esa comparación técnica ya no basta. En el terreno actual, dominado por los videojuegos móviles y las pantallas de alta frecuencia, la nueva unidad de medida del poder real son los FPS, o “frames por segundo”. Y según Infinix, marca que se prepara para lanzar su línea gamer GT 30, entender los FPS es comprender el futuro del rendimiento móvil.
Los FPS indican cuántas imágenes puede mostrar un teléfono cada segundo. En un videojuego, esa cifra define si el movimiento se siente fluido o si hay pausas que arruinan la acción. Más FPS equivalen a una sensación más natural, más rápida y más precisa. En títulos competitivos como PUBG Mobile o Call of Duty: Mobile, esa diferencia puede ser la frontera entre ganar y perder.
Lo interesante es que, aunque el término parece técnico, tiene una base muy humana. El cerebro necesita al menos 10 o 12 imágenes por segundo para percibir movimiento, pero cuando ese número supera los 60 FPS, la experiencia se vuelve más inmersiva. Es lo que hace que una animación se sienta “real” y una partida parezca una extensión de los reflejos del jugador.
Ahí entra la batalla de los fabricantes. No se trata solo de poner un procesador más rápido, sino de lograr que el dispositivo sostenga una tasa alta de FPS sin perder estabilidad, incluso cuando el juego exige gráficos intensos. En ese desafío, Infinix busca diferenciarse con su nueva Serie GT 30, capaz de mantener hasta 120 FPS estables, una cifra que antes solo se veía en consolas o computadores de gama alta.
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Mantener esa estabilidad no es solo una cuestión de potencia, sino también de diseño inteligente. Porque los FPS no actúan solos: trabajan de la mano con la frecuencia de refresco de la pantalla, medida en hercios (Hz). Mientras los FPS indican cuántas imágenes genera el sistema, los Hz indican cuántas de esas imágenes puede mostrar el panel. Si ambos valores están sincronizados, la experiencia es perfecta; si no, aparecen saltos o “cortes” en la imagen.
Por eso, más que un número, los FPS se han convertido en una forma de entender la experiencia real de uso. Un celular puede tener el chip más potente, pero si no logra sostener los cuadros por segundo, su rendimiento se siente incompleto. La nueva generación de smartphones, encabezada por propuestas como la GT 30, busca cambiar esa lógica: que la potencia no se mida solo en gigahercios, sino en la fluidez de cada movimiento.
