Peligro, lengua en decadencia

A los chinos se les está olvidando el chino. Expertos lingüistas del país oriental están preocupados porque la influencia extranjera y el avance de la informática amenazan su lengua, que hablan más de 1.300 millones de personas.

No tengo ni la menor idea de cómo se dirá ¿customizar¿, ¿printear¿ o ¿resetear¿ en chino mandarín, pero si la lengua más hablada del mundo está amenazada por la informática, ¿qué podemos esperar del español, que ocupa el tercer lugar en el escalafón con menos de la tercera parte (tan solo 400 millones) de hablantes?

La triste realidad se puede comprobar en diferentes ámbitos donde la tecnología es la dueña y señora: conferencias especializadas, ruedas de prensa, comunicados de empresas, mensajes de correo electrónico, salas virtuales de conversación¿

En algunos casos, la influencia de la informática se manifiesta en la aparición de términos heredados del inglés que se han acomodado a las malas en el español. Y aunque la Real Academia Española ha intentado por todos los medios suavizar la irrupción de la lengua de Shakespeare en la de Cervantes, hay casos en los que el remedio resulta peor que la enfermedad, como es el caso del ¿cederrón¿ en que se convirtió la sigla CD-ROM.

De ahí para atrás, la lista de términos no aprobados es larga y tormentosa: forwardear (reenviar un mensaje electrónico), atachar (adjuntar un archivo), ripear (copiar un disco compacto en el disco duro), pluguear (conectar un dispositivo), por mencionar algunos. Una vez, un estudiante de periodismo me miró feo porque le dije que escribiera ¿ratón¿ en lugar de ¿mouse¿.

En otros casos, la dificultad que representa escribir una palabra o una frase en dispositivos como el teléfono celular obliga a la gente a inventar claves o abreviaturas, que funcionan bien en el medio en que se originaron, pero empiezan a incomodar cuando se trasladan a espacios en los que no se justifica su uso, como los mensajes de correo electrónico, las salas de conversación, los trabajos de la universidad o los informes laborales.

¿El . daccion + impte k c db tnr en cta¿ no luciría muy bien en el acta de una junta, para referirse a ¿el punto de acción más importante que se debe tener en cuenta¿. Pero hay gente que no se da cuenta cuándo deja de escribir en el celular y empieza a hacerlo en el computador.

También hay ocasiones en las que la gente se recuesta en las herramientas tecnológicas y aspira a que ellas hagan todo sin intervención humana. Tal es el caso del corrector ortográfico de los procesadores de palabra, que está muy lejos de ser un asistente perfecto y a veces hace pasar más de un chasco (chasco: decepción que causa a veces un suceso contrario a lo que se esperaba; existe en el diccionario).

Los correctores ortográficos suelen corregir términos que están bien por otros equivocados, sugieren alternativas que están completamente fuera del contexto que lo que uno está escribiendo o simplemente dejan pasar errores. Tan cierto es, que en medios como Dow Jones Newswires prohibieron a los periodistas el uso de esta herramienta, pues en ocasiones cambiaba nombres propios de personas o compañías por palabras que no tenían nada que ver con el texto en cuestión, y así salían impresos¿ impresos, no ¿printeados¿.

En español, por ejemplo, es muy común que el corrector cambie el nombre de la marca Acer por el verbo ¿Hacer¿¿ como me acaba de suceder hace tres segundos.

Por supuesto, no se puede señalar a la informática como única responsable de esa desagradable jerigonza (o jeringonza, el diccionario admite las dos) en que se ha convertido el español de los jóvenes actuales: hay que identificar otros procesos de ¿degradación de la especie¿ que permitan explicar desde cuándo ¿una chimba¿ es un elogio, ¿violento¿ es algo positivo, ¿severo¿ significa ¿grandioso¿ y todos los amigos se convirtieron en ¿marics¿ y ¿huvns¿ de la noche a la mañana¿

Que la tecnología tiene su cuota de responsabilidad, no se puede negar. Y que los chinos estén tan preocupados por su lengua, la más hablada del planeta, debería poner en alerta a los defensores del español, que cada día está más ¿out¿.

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