En la lucha contra el narcotráfico, los celulares se han convertido en una herramienta estratégica tanto para los delincuentes como para las autoridades. El crimen organizado ha encontrado en la tecnología una forma de reforzar su anonimato y de dificultar el trabajo de la policía, al punto que los dispositivos móviles juegan hoy un rol central en las operaciones de transporte, comunicación y coordinación de redes internacionales de droga. ¿Por qué prefieren los Pixel?
Según reportes recientes de Europa Press, los teléfonos Google Pixel, en combinación con el sistema operativo alternativo Graphene OS, se han convertido en uno de los dispositivos más utilizados por bandas de narcotraficantes. La clave está en que estos equipos permiten instalar libremente sistemas operativos que ofrecen mayores niveles de privacidad y seguridad, sin necesidad de usar las aplicaciones y servicios tradicionales de Google.
Fuentes de la Policía Nacional de España, citadas por El Periódico de Catalunya, aseguran que los Google Pixel se han popularizado entre los delincuentes debido a su capacidad para cifrar las comunicaciones, borrar los datos de manera remota e incluso formatearse automáticamente si se introducen mal los códigos de acceso. “Cada vez que vemos un Google Pixel pensamos que puede ser un narcotraficante”, afirmó un agente de la unidad antidroga en Barcelona.
Te puede interesar: Así es el Xiaomi MIX Flip 2, el nuevo plegable con el que la marca china quiere incomodar a sus rivales
Por otro lado, Graphene OS es un sistema operativo basado en Android que ha sido diseñado con un enfoque especial en la privacidad y la seguridad. A diferencia de las versiones comerciales de Android, este sistema elimina la dependencia de los servicios de Google y ofrece opciones avanzadas de cifrado, protección contra ataques y controles estrictos sobre las aplicaciones instaladas.
Además, permite configurar los dispositivos para que borren su contenido de manera automática si se detectan intentos de acceso no autorizados. Estas características lo han convertido en una opción atractiva para quienes buscan evitar el rastreo o la intervención de sus teléfonos, incluidos los integrantes de redes criminales.
Tecnología contra tecnología
El caso más reciente que ilustra este fenómeno ocurrió en la llamada Operación Cuervo, en la que la Policía Nacional de España decomisó 378 kilogramos de cocaína que se pretendían enviar desde Barcelona a Australia. Los reportes aseguran que, los implicados, de origen colombiano y albanés, utilizaban dispositivos Pixel para comunicarse sin ser detectados.
Pero este tipo de dispositivos no son la única herramienta tecnológica al servicio del crimen organizado. En 2020, las autoridades europeas lograron infiltrarse en Encrochat, una red de comunicaciones cifradas que ofrecía dispositivos móviles modificados, similares a los Pixel, por unos 1.500 euros y cobraba cuotas anuales de hasta 3.000 euros. Tras la intervención de un troyano informático por parte de la policía francesa, se accedió a más de 115 millones de mensajes de unos 60.000 usuarios, lo que permitió desmantelar redes criminales en distintos países, según datos de Europol.
Te puede interesar: Los narcos 4.0: así usan drones, impresoras 3D y satélites para potenciar el negocio de la cocaína en Colombia
Sin embargo, estos métodos también generan polémica. Expertos en ciberseguridad, como René Serral del InLab FIB de Barcelona, advierten sobre los riesgos de que la policía acceda a la totalidad del contenido de un teléfono, lo que abre debates sobre la privacidad y los derechos fundamentales. Este dilema se evidenció en el caso Encrochat, que incluso llegó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Con estas dificultades, las autoridades han diversificado sus estrategias. Además del uso de troyanos, han recurrido a intervenciones en vehículos, aprovechando las conversaciones que los delincuentes sostienen a través de manos libres. También ha cobrado nueva relevancia el trabajo de campo y las fuentes humanas, como confidentes e infiltrados, que muchas veces resultan ser la clave para anticiparse a grandes cargamentos de droga.
La carrera tecnológica entre el crimen organizado y las fuerzas de seguridad continúa. Mientras los narcotraficantes buscan dispositivos y sistemas que les garanticen anonimato y protección, las autoridades perfeccionan sus métodos de intervención, en un juego constante de innovación, donde la privacidad, la legalidad y la efectividad se enfrentan en terreno incierto.
Imagen: Archivo ENTER.CO