La llegada del Kirin 9030 marca otro capítulo de la estrategia de Huawei por recuperar el control total de su cadena tecnológica. La firma china decidió volver a impulsar sus procesadores propios para reducir su dependencia de Qualcomm y evitar las restricciones comerciales que han limitado su avance durante los últimos años. Pero esta nueva apuesta llega con un desafío evidente: el rendimiento del chip no está a la altura de lo que hoy ofrecen los líderes del mercado.
Los primeros datos filtrados en Geekbench muestran que el Kirin 9030, pensado para alimentar los próximos Mate 80 RS Maestro, rinde hasta 346 % menos que procesadores como el Apple A19 Pro, el Snapdragon 8 Elite Gen 5 o el Dimensity 9500. Y aunque estrena un diseño de 9 núcleos, la realidad es que su potencia sigue lejos de los referentes actuales.
Para entender por qué Huawei tomó esta ruta, hay que mirar más allá de las cifras. La compañía quiere independencia tecnológica y volver a tener una hoja de ruta propia sin depender de chips externos. Cada avance, aunque no alcance todavía el nivel de Apple o Qualcomm, le permite mantener vivo su ecosistema y ofrecer productos competitivos dentro de su catálogo. Pero ese objetivo estratégico tiene un costo que hoy recae en el rendimiento.
El gran freno está en la litografía. Mientras sus rivales fabrican chips en procesos avanzados de 3 nm, Huawei debe trabajar con SMIC N+3, una tecnología más antigua que no permite igual eficiencia energética ni frecuencias más altas. Esa diferencia técnica explica por qué, aunque el Kirin 9030 aumentó el número de núcleos, el salto en potencia no llegó.
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Los benchmarks revelan puntajes de 1.131 en single-core y 4.277 en multi-core, cifras que lo dejan atrás incluso de procesadores que no son de última generación. Para el usuario, esto se traduce en un teléfono que puede ejecutar todas las tareas cotidianas, pero que no alcanzará el nivel de fluidez y velocidad que hoy se espera en un equipo premium.
Aun así, no todo es negativo. Huawei ha demostrado en otras generaciones que optimiza sus dispositivos a nivel de software para compensar las limitaciones del hardware. Si mantiene ese camino, es posible que la experiencia real sea mejor que lo que muestran las pruebas sintéticas. Además, la integración de la GPU Maleoon 935 abre la puerta a mejoras en gráficos y eficiencia, aunque todavía no hay datos para medir su potencial.
La gran pregunta es qué reciben los usuarios en un teléfono con este chip. En la práctica, notarán diferencias en cargas pesadas: juegos exigentes, edición de video, procesos de IA en el dispositivo y tareas que demandan mucha potencia. No será un equipo lento, pero sí estará por debajo del nivel que hoy domina la gama alta.
Huawei sabe que necesita reducir esa brecha, y el Kirin 9030 parece más un paso intermedio que un avance definitivo. Su apuesta va más allá del rendimiento: busca autonomía tecnológica. El reto será lograr que ese objetivo no termine comprometiendo la experiencia del usuario.
