Opinión | Humanos 2.0: ¿Qué nos define?

Por: Tatiana Dulima Zabala Leal, docente de derecho del Politécnico Grancolombiano

Cuando pienso en lo que significa ser humano, no puedo evitar mirar hacia nuestra Constitución y las de otros países de la región. En Colombia, por ejemplo, se reconoce a la persona natural como un individuo dotado de derechos y deberes, con voluntad y capacidad de autodeterminación. En México, la reforma constitucional de 2011 fue más allá al garantizar un marco de protección integral, ligado a la dignidad humana y a la igualdad.

Ambas coinciden en algo fundamental: ser persona es algo que nace con nosotros, con nuestra naturaleza biológica y nuestra capacidad de decidir, equivocarnos y crecer. Pero en pleno siglo XXI ese concepto empieza a tambalear. La irrupción de la inteligencia artificial y los avances en biotecnología nos enfrentan a un espejo nuevo: ¿qué pasa cuando los límites entre lo humano y lo modificado tecnológicamente dejan de ser claros?

El transhumanismo nos habla de personas que, a través de la tecnología, mejoran sus capacidades cognitivas, físicas y emocionales. Y el posthumanismo nos invita a imaginar un futuro donde los seres resultantes ya no sean exactamente humanos, sino algo más. Algunos me dirán que exagero, que la IA solo repite lo que le programamos o que los avances en biotecnología son solo herramientas. Y en parte es cierto.

Hoy la IA carece de emociones y no conoce el peso de la empatía. Pero también es verdad que ya se nos parece demasiado: aprende, decide y, en ciertos contextos, actúa como si tuviera voluntad. Esa imitación inquieta, porque nos recuerda que no basta con ser inteligentes para ser humanos. Lo que nos define es nuestra capacidad de sentir, de elegir con base en emociones, en dudas, en contradicciones.

Me impresiona cómo filósofos ya lo intuían. Schopenhauer hablaba de la voluntad como fuerza irracional que nos mueve más allá de la lógica. Freud mostró que nuestros actos están atravesados por deseos e impulsos inconscientes. San Agustín vinculó la voluntad con las emociones, y Kelsen la convirtió en el fundamento mismo del derecho.

Ninguno pensó en un robot ni en un cyborg, pero todos coincidieron en que lo humano se juega en ese espacio entre la inteligencia, la emoción y la libertad. Y, sin embargo, hoy nos vemos tentados a diseñar seres capaces de vivir 500 años, de controlar cada emoción y de superar cualquier limitación biológica.

¿Qué tipo de humanidad sería esa? Una perfección sin fragilidad, sin errores, sin miedo a la muerte. Tal vez eficiente, pero ¿auténticamente humana? No lo creo. La vida no se mide solo en longevidad ni en rendimiento, sino en la riqueza de las experiencias, en la imperfección que nos permite aprender y amar.

 

El riesgo más grande, en mi opinión, no está en la tecnología sino en cómo decidimos usarla. Si dejamos que estas mejoras estén al alcance de unos pocos, estaremos frente a una nueva forma de desigualdad: entre humanos y posthumanos. Una brecha que no solo sería económica, sino ontológica, y que pondría en juego principios como la igualdad y la dignidad.

 

Por eso creo que el debate no es si debemos frenar el avance tecnológico, sino cómo aseguramos que, en medio de todo este cambio, no olvidemos lo esencial: la dignidad humana. Esa palabra que nos recuerda que no somos piezas reemplazables ni programas actualizables; que cada persona merece respeto y protección.

 

Hoy las constituciones hablan de la persona natural como sujeto de derechos. Mañana, quizás, debamos redactar normas para los transhumanos o posthumanos. Lo que no puede cambiar es la brújula: toda regulación debe partir del respeto por lo humano, incluso si ese humano ya lleva chips, prótesis inteligentes o mejoras genéticas.

 

Lo confieso: me inquieta pensar en un futuro donde no sepamos si estamos frente a una persona o a una creación tecnológica, pero también me ilusiona imaginar que, si actuamos con ética y sensatez, podremos aprovechar la tecnología para ampliar la vida, aliviar el sufrimiento y reducir desigualdades, sin perder lo que nos hace únicos.

Imagen: Generada con IA / ChatGPT

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Muchos periodistas y blogueros de Colombia, Latinoamérica y España colaboran esporádicamente con ENTER.CO, aportando su conocimiento y puntos de vista frente al acontecer tecnológico y de Internet.

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