El otro lado de la IA: ¿Por qué persiste la resistencia al uso de la inteligencia artificial?

inteligencia artificial

Desde que ChatGPT se convirtió en un fenómeno global a finales de 2022, el entusiasmo por la inteligencia artificial (IA) ha sido vertiginoso. Empresas, universidades, gobiernos y usuarios particulares han incorporado herramientas automatizadas para escribir, programar, diseñar, traducir e incluso componer música. Sin embargo, un segmento cada vez más visible de la población, tanto en Europa como en América Latina, se niega a ceder ante esta ola tecnológica. Las razones van desde convicciones éticas hasta preocupaciones ambientales y culturales.

Sabine Zetteler, una empresaria británica entrevistada por la BBC, se ha convertido en un símbolo de esta resistencia. Desde su agencia de comunicaciones en Londres, Zetteler se pregunta: “¿Qué sentido tiene leer algo que no escribió una persona que realmente quería comunicar algo?”. Para ella, el auge de la IA representa una amenaza a la autenticidad del trabajo humano y a la dimensión emocional que debería tener toda creación.

Aunque los testimonios recopilados por la BBC se centran en el Reino Unido y EE. UU., este tipo de posturas encuentran eco en sectores creativos, sociales y empresariales de América Latina. La diseñadora gráfica colombiana Mariana Rojas, por ejemplo, afirma que nunca ha utilizado herramientas de IA para sus proyectos: “No me interesa delegar mi mirada.

Siento que si dejo que un algoritmo pinte por mí, estoy renunciando a mi voz visual”. En su caso, la elección no es solo ética sino también estética: “Las imágenes generadas por IA se sienten vacías, impersonales. Y yo quiero que mi trabajo hable de mí y de mi contexto”.

Otro factor que alimenta la resistencia es el impacto ambiental de los modelos de IA. Según un informe citado por la BBC, una sola consulta en ChatGPT puede requerir hasta diez veces más energía que una búsqueda tradicional en Google. “La gente no lo piensa, pero cada vez que usamos IA, estamos alimentando centros de datos que consumen electricidad como si fueran pequeños países”, advierte Rodrigo Vélez, ingeniero ambiental en Ciudad de México. “En una región donde millones aún carecen de acceso regular a energía eléctrica, me parece una contradicción brutal”.

En países donde la desigualdad digital persiste, la expansión de la IA también genera una división entre quienes pueden adaptarse y quienes quedan rezagados. Esto lo vivió Carla Medina, publicista peruana, quien evitó por meses utilizar herramientas como Midjourney o Copilot, pero finalmente cedió: “Sentí que si no lo hacía, iba a perder mi empleo. Me pedían resultados más rápidos, y mis colegas ya estaban usando IA para generar contenidos en minutos”.

Este dilema entre eficiencia y principios éticos no es exclusivo del ámbito profesional. En el sector educativo, docentes de secundaria en países como Argentina y Chile reportan una creciente presión para permitir el uso de IA en tareas, mientras se preguntan si eso debilita las habilidades cognitivas de los estudiantes. “Antes les pedíamos que hicieran ensayos argumentativos. Ahora basta con que escriban ‘hazme un ensayo’ en una app y listo. ¿Qué estamos enseñando?”, se pregunta la profesora Laura Urrutia desde Rosario.

James Brusseau, filósofo estadounidense experto en ética de la IA, advierte en el reportaje de la BBC que la elección de resistirse podría no estar disponible por mucho tiempo. “Ya no se trata de si aceptamos o no la IA. Está en nuestros correos, en los motores de búsqueda, en los bancos, incluso en los hospitales. La bola de nieve ya está rodando”, explica.

Pese a eso, en América Latina persiste una voz crítica. Algunos la ven como una defensa de la dignidad humana en tiempos de automatización masiva. Otros como un acto de coherencia frente a problemas estructurales que la IA no resuelve, sino que podría profundizar.

Y aunque la resistencia no detenga el avance tecnológico, sí recuerda una verdad elemental: en medio del ruido digital, todavía hay personas que valoran la lentitud, la imperfección y el trabajo hecho a mano.

Imagen: Archivo ENTER.CO

Digna Irene Urrea

Digna Irene Urrea

Comunicadora social y periodista apasionada por las buenas historias, el periodismo literario y el lenguaje audiovisual. Aficionada a la tecnología, la ciencia y la historia.

View all posts

Archivos