No procrastinas por vago, sino por ser una persona muy sensible

Si eres como yo, que revisé Instagram, busqué una canción en Spotify e inicié dos conversaciones en WhatsApp antes de empezar este artículo, bienvenido al activo club de los procrastinadores, cuyo lema era “¿para qué hacerlo ya si puedo hacerlo más tarde?”. Pero ahora será “no nos distraiga con labores, estamos muy ocupados sintiendo».

¿Por qué el cambio de lema? Porque un grupo de expertos biopsicólogos iniciaron una investigación, cuyos resultados se pueden leer en la revista Psychological Science, que explica la razón cerebral por la que dejamos todo para más tarde.

Los investigadores sometieron a 264 hombres y mujeres adultos sanos a una encuesta y un escaneo cerebral por medio de una resonancia magnética. Descubrieron de esa forma que hay dos áreas del cerebro  vinculadas con el control de las acciones y que la procrastinación tiene más relación con el manejo de emociones que del tiempo.

No procrastinamos, solo tenemos un corazón muy grande

De acuerdo con el estudio, las personas que tienden a procrastinar tienen más grande la amígdala, una estructura en forma de almendra (de hecho, la etimología del nombre es griega y significa almendra) que se ubica en el lóbulo temporal. Se encarga de hacernos sentir emociones, de percibirlas en otras personas y de ‘evaluar’ los resultados de algunas situaciones para hacernos saber si las consecuencias serán negativas, según la explicación de Science Daily.

AmígdalaAdemás, descubrieron que los procrastinadores tienen una débil conexión entre la amígdala y el córtex de cíngulo anterior (CCA), otra parte del cerebro cuyo trabajo es recibir la información de la amígdala y seleccionar las mejores acciones, suprimiendo las menos útiles y muchas sensaciones para garantizar que las acciones elegidas se realicen de forma exitosa. En otras palabras, la amígdala y el CCA bloquean distracciones para mantenerte concentrado.

«Las personas con una amígdala más grande pueden sentir más ansiedad por las implicaciones negativas ligadas a realizar una determinada tarea. Suelen dudar y posponer labores con más frecuencia», dijo Erhan Genç, uno de los autores del estudio y académico de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, citado por Science Daily.

La amígdala es como el corazón

«Debido a una conexión funcional baja entre la amígdala y el CCA, este efecto puede aumentarse, debido a que las emociones negativas que interfieren y las acciones alternativas podrían no estar suficientemente reguladas», añadió Genç.

En definitiva y para resumirlo en palabras simples: la amígdala es el corazón (el simbólico) y el CCA es la razón. Tener un corazón muy grande hace que no se conecte con tu razón, te distraigas fácilmente y acabes procrastinando. Entonces, cuando tu jefe o alguien te diga que no dejes todo para última hora, solo diles que no es tu culpa, que tienes un corazón muy grande.

Imágenes: TheDigitalArtist y ElisaRiva (Vía: Pixabay)

Fernando Mejía

Fernando Mejía

Quise ser músico, cineasta, astronauta, científico y poeta, cuando supe que solo me alcanzaba para la última, me hice periodista en el Externado para al menos escribir de todo eso y no defraudar al niño que fui.

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1 comment

  • alguien recuerda un capítulo de los simpsons donde enseñaban matemáticas ‘sintiendo los números’, porque las niñas eran sensibles, así que era imaginar de qué color era el 4 en vez de aprender a sumar y restar? acá están como igual. lo de la amígdala y lo que dicen acá es estar seguro que la opción que se escoge es la mejor entre lasopciones disponibles; todo lo demás que ponen acá es el color de los números, y una excusa para racionalizar el por qué muchos son vagos

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