La NASA confirmó que el próximo lunes 28 de julio un asteroide llamado 2025 OW se aproximará a la Tierra a una velocidad superior a los 75.000 kilómetros por hora. Aunque no es el primero ni será el último, su tamaño y cercanía han generado inquietud.
Con una longitud estimada de 64 metros, similar a un avión comercial o a la Torre de Pisa, este asteroide viajará a una distancia de 632.000 kilómetros, es decir, 1,6 veces más lejos que la Luna. No entrará en la atmósfera terrestre ni representa peligro inmediato. Pero, ¿qué lo hace tan interesante?
Para los científicos, la visita de 2025 OW es completamente rutinaria. “Cada semana se observan múltiples acercamientos”, explicó Davide Farnocchia, del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS). El asteroide ha sido rastreado y se conoce su órbita con precisión.
Según Ian O’Neill, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, este tipo de eventos no son excepcionales: “La Tierra recibe alrededor de 100 toneladas de material espacial diariamente”, pero casi todo son partículas de polvo.
Sin embargo, el solo hecho de que una roca de ese tamaño se acerque más que muchas misiones espaciales no deja de ser un recordatorio del dinámico y potencialmente peligroso vecindario cósmico que habitamos.
¿Es realmente grande el 2025 OW?
En la escala de los asteroides, 64 metros no es poco. Para dar contexto, un objeto de 48 metros ya podría causar destrucción local si impactara en la Tierra. Y a partir de los 150 metros, los astrónomos los clasifican como “asesinos de ciudades”.
Aunque 2025 OW no entra en esas categorías críticas, su tamaño lo convierte en un buen ejemplo para explicar cómo se evalúan los riesgos desde la ciencia. No todos los objetos espaciales cercanos implican una amenaza existencial, pero sí merecen vigilancia.
Un objeto de esta magnitud podría dejar un cráter considerable si llegara a tocar tierra firme, aunque las probabilidades de impacto son extremadamente bajas: una vez cada 10.000 años, según los cálculos de la NASA.
La analogía con un tren de alta velocidad
Imaginemos un tren bala, como el Shinkansen japonés, que alcanza los 320 km/h. Ahora, multiplíquelo por más de 230: así de rápido viaja 2025 OW. Pero a diferencia del tren, este no sigue rieles rígidos, sino que se desplaza dentro de un sistema solar gobernado por gravedad, influencias planetarias y fuerzas cósmicas.
El seguimiento milimétrico de su trayectoria muestra que no hay motivo de alarma. Sin embargo, su paso cercano sirve como oportunidad para afinar la tecnología de monitoreo, simulación y preparación para futuros eventos que sí puedan representar peligro real.
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¿Qué pasaría si un día un asteroide similar estuviera en ruta de colisión?
Esa es una de las preguntas más importantes de la defensa planetaria. La NASA, junto con otras agencias como la ESA, ha avanzado en programas de simulación e incluso misiones reales como DART, que recientemente logró desviar la órbita de un asteroide menor.
Hoy, la comunidad científica está más preparada que nunca para actuar ante una amenaza legítima. Pero esa preparación se fortalece con cada paso cercano como el de 2025 OW, que aunque no visible a simple vista, sí permite recopilar datos, mejorar modelos y mantener alerta los sistemas de detección.
¿Y si fuera otro el que se acercara?
De hecho, en abril de 2029 se espera la aproximación del asteroide Apophis, que pasará a tan solo 38.000 kilómetros de la Tierra, más cerca incluso que los satélites geoestacionarios. Ese sí será visible a simple vista y marcará un momento histórico para la observación pública del cielo.
Apophis tampoco representa una amenaza, pero su proximidad será un evento de alta atención científica y mediática. Casos como el de 2025 OW son una antesala silenciosa de lo que vendrá: un cielo cada vez más monitoreado, y una humanidad más consciente de su posición en el universo.
Imagen: Archivo ENTER.CO