Tan solo un mensaje… instantáneo

Los sistemas de mensajería instantánea son una de esas herramientas que no se sabe a ciencia cierta si son muy buenas o muy malas.

Como desarrollo tecnológico, no cabe duda de que las posibilidades que ofrecen son dignas de admiración y hasta de agradecimiento. Acceso en tiempo real a sus contactos en cualquier parte del mundo. Posibilidad de compartir archivos de cualquier tipo, únicamente con la limitación del tamaño cuando no se dispone de una conexión veloz. Capacidad de realizar videoconferencias o ¿en el peor de los casos¿ conversaciones de voz. Y, de manera cada vez más frecuente, la ventaja de compartir aplicaciones o tomar el control del equipo de su interlocutor en caso de que sea necesario. Por ejemplo, para prestar servicios de soporte técnico en línea.

Si estas herramientas no fueran muy útiles, empresas como Microsoft, IBM, Sun, AOL y Yahoo ¿solo por mencionar algunas¿ hubieran relegado la mensajería instantánea al mundo del hogar. Pero no: todas esas compañías tienen o han manifestado su intención de vender sistemas de este tipo para ambientes corporativos, para facilitar las comunicaciones y mejorar el rendimiento de las empresas.

Según un estudio de la firma consultora Radicati Group, de Palo Alto (California, Estados Unidos), hay 590 millones de cuentas corporativas de mensajería instantánea activas, que se convertirán en 1.439 millones en el 2007. En ese año, los ingresos generados por este mercado serán de 344 millones de dólares.

El problema es que la mensajería instantánea también puede ser un atentado contra la productividad laboral. Cuando una conversación toma forma, cerrar la ventana del programa es casi tan difícil como terminarle a una novia problemática cuando uno es masoquista y le gusta pelear. No importa si en la pantalla del computador hay un trabajo pendiente; los adictos a las charlas en línea no pueden soportar la idea de recibir un mensaje sin responder de inmediato. El trabajo puede esperar… y suele esperar. Por eso, algunas compañías prohíben a sus empleados estos programas o tienen restringido su uso.

A otras personas, por el contrario, no les cuesta mucho trabajo ignorar completamente a sus contactos. Permanecen en línea todo el día y ven cómo sus amigos (o conocidos) se conectan y se desconectan constantemente, sin siquiera preocuparse por ‘musitar’ (teclear, en este caso) un saludo. Es como si en el mundo real, en su casa, entraran y salieran todo el día personas que usted invitó (porque las aceptó voluntariamente en su lista de contactos), pero no le interesara que estuvieran allí. La herramienta de comunicación se convierte en todo lo contrario… como el televisor que permanece encendido mientras su propietario duerme plácidamente.

Tampoco faltan los incautos que dejan la llave pegada a la puerta de la casa. Son aquellos usuarios que dejan activada la opción para que el sistema de mensajería se inicie automáticamente cuando el computador se enciende o se conecta a Internet, sin importar si otras personas tienen acceso al equipo.

En la mayoría de los casos se defienden diciendo que no tienen ni la menor idea de cómo deshabilitar esta característica, así es que prefieren que alguien envíe quién sabe qué tipo de mensajes a su nombre, que tomarse el trabajo de navegar por las opciones de configuración del programa.

Otros piensan que la mensajería instantánea es la panacea y se conectan a Internet ¿casi siempre desde su casa, a través de la línea telefónica¿ para conversar con personas que viven en la misma ciudad… hasta con los vecinos del barrio. Juran que pueden escribir más rápido de lo que hablan y pasan horas en línea, contándole a un amigo algo que podrían haber expresado oralmente en unos pocos minutos.

Todo parece indicar que los sistemas de mensajería instantánea son una herramienta muy buena… El problema es que hay gente que se encarga de volverla muy mala, porque la usa muy mal… Bonita forma de desperdiciar 344 millones de dólares y, todo el resto del dinero que muevan hasta el 2007.

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