La movilidad eléctrica dejó de ser promesa para convertirse en tendencia irreversible. En 2025, España y Colombia están demostrando que la transición energética puede avanzar a buen ritmo sin perder de vista la sostenibilidad. Sin embargo, detrás de los logros en ventas e infraestructura aún persisten barreras que podrían desacelerar el impulso si no se corrigen a tiempo.
En Colombia, los autos eléctricos ya son una realidad visible en las calles. Según el nuevo Informe sobre Movilidad Eléctrica de OBS Business School, el país registró un crecimiento del 247 % en las ventas de eléctricos durante el primer trimestre del año, con 3.346 unidades comercializadas. El dato confirma el salto de una tendencia que dejó de ser exclusiva de nicho para volverse aspiracional. Bogotá concentra el 29 % de las estaciones de carga y Antioquia el 23 %, dentro de una red nacional que supera los 340 puntos entre públicos y privados.
Pero el avance no es homogéneo. En varias regiones, la falta de infraestructura amenaza con crear una brecha de acceso energético. Aunque el 85,4 % de los usuarios no volvería a un vehículo a combustión, el 97 % de satisfacción contrasta con un obstáculo persistente: la desigualdad territorial. Aún hay ciudades intermedias sin una sola estación de carga rápida, y las tarifas energéticas no se han adaptado del todo al uso vehicular.
Otro frente de debate está en los incentivos. El Decreto 1116 de 2017, que eliminaba aranceles a los híbridos, fue derogado sin un reemplazo inmediato, encareciendo el acceso a tecnologías limpias. Entre 2023 y 2024 las ventas de eléctricos crecieron un 105 %, pero el primer semestre de 2025 mostró una caída del 20 %, señal de que la política fiscal puede acelerar o frenar el cambio. Aun así, el 38 % de los nuevos vehículos matriculados en abril fueron eléctricos o híbridos, un récord regional que mantiene a Colombia como referente latinoamericano.
España, por su parte, avanza con una hoja de ruta más madura, pero enfrenta dilemas similares. Por primera vez, los vehículos eléctricos superaron en matriculación a los diésel, y los híbridos enchufables se consolidan como la categoría de mayor crecimiento. Aun así, la producción nacional de eléctricos puros cayó un 20,6 %, arrastrando la caída de 2024, mientras los híbridos —que dejarán de venderse en 2035— siguen en aumento.
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El país ibérico también presume resultados ambientales concretos. En 2025, las emisiones del transporte cayeron un 3 % y las de gases de efecto invernadero un 7,6 %, cifras que lo acercan a los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Pero el predominio de los SUV, que ya representan el 70 % de las ventas, amenaza con neutralizar esos avances. Son más pesados, menos eficientes y requieren más materiales críticos, un problema que se agrava con el aumento de importaciones de segunda mano.
La infraestructura europea refleja otro contraste. España cuenta con más de 47.000 puntos de recarga, pero uno de cada cinco no está operativo por demoras en las conexiones eléctricas. Según la profesora May López, directora del informe, “no basta con instalar cargadores; deben ser accesibles, funcionales y adaptados a la movilidad pesada. Hoy, solo el 8 % está preparado para camiones o autobuses eléctricos”.
A nivel global, la movilidad eléctrica alcanzó el 20 % del mercado automotriz en el primer semestre, con 9 millones de unidades vendidas. Sin embargo, China concentra el 66 % de las matriculaciones y controla casi todo el refinado de tierras raras, marcando el ritmo de una industria que Europa y América Latina aún tratan de equilibrar.
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El reto, tanto para España como para Colombia, no es solo seguir vendiendo eléctricos, sino hacer sostenible su crecimiento. Ambos países comparten tres desafíos: una red de recarga desigual, políticas fiscales inestables y una oferta dominada por vehículos grandes. La movilidad del futuro no depende únicamente de cuántos autos se enchufen, sino de cómo se integren a un ecosistema urbano eficiente, justo y limpio.
Como resume López: “Estamos avanzando en la dirección correcta, pero la transición no será completa hasta que la movilidad eléctrica sea asequible, inclusiva y realmente sostenible”.
