Colombia realiza su primera cirugía para tratar la depresión, ¿qué se modifica en el cerebro?

En un quirófano del Hospital Internacional de Colombia (HIC), en Santander, se realizó el procedimiento para tratar la depresión resistente. La cirugía de alta complejidad consiste en la estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés), en el proceso implantan electrodos dentro del cerebro para regular zonas alteradas por trastornos mentales como la ansiedad o la depresión.

Aunque esta técnica ya era utilizada en enfermedades neurológicas como el Parkinson, su aplicación en salud mental sigue siendo escasa y poco explorada. Sin embargo, el caso de Lorena Rodríguez, una mujer de 40 años que vivió casi dos décadas con una combinación crónica de depresión y ansiedad, da cuenta de su potencial.

Rodríguez fue la primera paciente en Colombia en someterse a este tipo de intervención para trastornos psiquiátricos. En su caso, el procedimiento incluyó el implante de cuatro electrodos, en lugar de los dos usuales, conectados a un neuroestimulador subcutáneo que envía impulsos eléctricos al cerebro de manera continua.

¿Qué es la estimulación cerebral profunda y por qué se usa en salud mental?

La estimulación cerebral profunda no es una solución de primera línea. Está indicada para pacientes que no han respondido a tratamientos convencionales como fármacos o terapia psicológica. A estos pacientes se les denomina refractarios, y cuando el cuadro se cronifica, se convierte en una amenaza constante para su funcionalidad y su vida.

La cirugía consiste en insertar electrodos en regiones cerebrales asociadas a las emociones, la motivación o los estados de ánimo. Estos electrodos se conectan a un generador eléctrico implantado en el pecho, parecido a un marcapasos. A través de impulsos eléctricos calibrados de manera personalizada, se busca restablecer los circuitos neuronales afectados.

La elección de dónde colocar los electrodos no es arbitraria. Cada paciente es sometido a estudios de conectómica, es decir, a mapas detallados de las conexiones cerebrales que revelan las rutas neuronales alteradas. Con esta información, los neurocirujanos diseñan un protocolo de estimulación que se adapta a la “huella cerebral” individual.

¿Qué cambia con esta cirugía?

Lo que busca esta tecnología no es “eliminar la tristeza”, sino regular un sistema emocional alterado que se ha desajustado con el tiempo. A diferencia de los medicamentos que actúan de manera general, la DBS ofrece una intervención de alta precisión.

Durante la operación, que duró seis horas, la paciente permaneció despierta. Esto permitió a los médicos calibrar los estímulos en tiempo real para maximizar los beneficios terapéuticos y evitar efectos adversos. Después de la cirugía, Lorena comenzó a mostrar signos de recuperación: interés por actividades cotidianas, energía, esperanza.

Los electrodos implantados pueden funcionar hasta por 25 años, gracias a que el dispositivo es recargable. Cada pocos días, la paciente lo alimenta desde su casa. En paralelo, continúa con atención psicológica, psiquiátrica y hábitos de vida saludables.

¿Qué riesgos existen y por qué no es tan común?

Como toda cirugía cerebral, la DBS implica riesgos: hemorragias, infecciones, convulsiones o mal posicionamiento de los electrodos. Además, no todos los pacientes son candidatos. Requiere un riguroso proceso de selección y evaluación interdisciplinaria.

A nivel mundial, solo unas 400 personas han accedido a este tratamiento por razones que van desde el alto costo hasta el desconocimiento médico y social. Paradójicamente, aunque más de 280 millones de personas padecen depresión, este avance sigue siendo de acceso muy limitado.

La intervención realizada en el HIC, en Piedecuesta, abre la puerta a nuevas formas de enfrentar la salud mental con herramientas de la neurociencia moderna. Más allá de la cirugía, el mensaje  es que la depresión es una enfermedad real, compleja y que requiere soluciones integrales, innovadoras y humanas.

Lorena Rodríguez asegura que volvió “a tener ganas de vivir”. Esa frase, para muchos que enfrentan el peso invisible de una enfermedad mental, puede significar el inicio de una nueva esperanza.

Imagen: Archivo ENTER.CO

Digna Irene Urrea

Digna Irene Urrea

Comunicadora social y periodista apasionada por las buenas historias, el periodismo literario y el lenguaje audiovisual. Aficionada a la tecnología, la ciencia y la historia.

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