Por: Tatiana Zabala, docente de derecho del Politécnico Grancolombiano
Cada vez que alguien me dice que dejó el banco para pasarse a una billetera digital, me dan ganas de preguntar: ¿y leíste la letra pequeña? Porque sí, es cierto que estas plataformas son rápidas, cómodas, modernas. Pero también es cierto que, detrás de esa interfaz amigable, hay un sistema que sabe más de ti de lo que imaginas.
Desde el Politécnico Grancolombiano, junto a mis colegas Rafael Díaz y Henry Romero, decidimos investigar qué tan seguras son realmente estas billeteras. ¿Protegen nuestros datos? ¿O los usan como moneda de cambio? Lo hicimos porque creemos que la tecnología no puede ir más rápido que la ética. Y lo que encontramos nos dejó pensando… y mucho.
Para funcionar, estas plataformas necesitan saberlo todo: cuánto gastas, en qué, a qué hora, con qué frecuencia. Dicen que es para darte un mejor servicio. Y puede que sea cierto. Pero también es cierto que están creando perfiles de consumo tan detallados que podrían predecir tu próximo antojo antes de que tú lo sepas.
Usan tecnología Blockchain, que suena a ciencia ficción, pero básicamente significa que mientras más personas usen la red, más segura es. El problema no es la tecnología. El problema somos nosotros. ¿Cuántas veces has usado la misma contraseña para todo? ¿O la has anotado en una nota del celular? Ahí es donde empieza el riesgo.
En Colombia, estas plataformas deben cumplir con leyes como la 1266 y la 1581. Pero, ¿sabías que tu información puede terminar en DataCrédito? ¿Y que eso puede afectar tu historial sin que te des cuenta? Muchos no lo saben. Y eso es grave.
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Nuestra investigación mostró que sí, hay políticas de privacidad, hay encriptación, hay autenticación. Pero también hay vacíos. Analizamos un caso donde un usuario perdió dinero y, aunque el sistema no falló, quedó claro que no hay suficiente claridad sobre cómo se manejan los datos financieros. Y eso, en un país donde la confianza en lo digital aún se está construyendo, es preocupante.
Además, identificamos que muchas de estas plataformas, aunque cumplen con la normativa vigente, no siempre informan de forma clara a los usuarios sobre el uso de sus datos. Y eso es un problema estructural. Porque la protección de datos no puede depender solo de la buena voluntad de las empresas. Necesitamos regulación más estricta, supervisión efectiva y, sobre todo, usuarios informados.
Como docente, me niego a aceptar que la seguridad digital sea solo un tema técnico. Es un tema humano. Es un tema de derechos. Necesitamos educar, informar, empoderar. Que la gente sepa que puede usar el Derecho de Petición para exigir claridad. Que entienda que sus datos no son un favor, son un derecho.
Y ojo, que esto va más allá del robo de datos. Estas plataformas podrían ser usadas para cosas mucho más oscuras: lavado de activos, financiación del terrorismo, explotación de menores. Hoy no hay casos reportados en Colombia, pero ¿vamos a esperar a que los haya?
Lo que más me inquieta es que muchas personas, especialmente jóvenes, están entrando al mundo financiero digital sin una formación mínima en protección de datos. Desde la academia, tenemos la responsabilidad de cerrar esa brecha. No basta con enseñar cómo usar una app; hay que enseñar a cuestionarla, a entender sus riesgos, a exigir transparencia. Porque si no lo hacemos, estamos dejando a una generación entera expuesta a un sistema que no siempre juega limpio.
La tecnología avanza, y con ella, nuestras formas de vivir, pagar, ahorrar y consumir. Pero si no avanzamos también en conciencia, en regulación y en educación digital, corremos el riesgo de convertirnos en usuarios obedientes de sistemas que no entendemos del todo. Y eso, en el mundo digital, es una forma muy peligrosa de vulnerabilidad.
Imagen: Generada con IA / ChatGPT