Esas pequeñas ¿tecnofrustraciones¿

Llevo tres días tratando de cargar minutos en mi teléfono celular a través del sistema de audio respuesta de una entidad financiera y he fracasado con todo éxito.

Como no suelo llamar mucho desde mi celular, estoy esperando a ver cuánto tiempo puedo sobrevivir con 2.000 pesos de saldo, pero no deja de asustarme un poco pensar que algún día necesite hacer una llamada urgente y no encuentre dónde comprar una tarjeta prepago.

En teoría, una llamada a mi banco sería suficiente para solucionar el problema, pero no: llevo tres días haciendo el intento y nada. La entidad no me permite cargar minutos para comunicarme feliz¿
Como no tengo una cuenta de ahorros en todos los bancos del país, tampoco puedo asegurar que todos tengan el mismo problema, pero hace poco tiempo me sucedió lo mismo con otra entidad que durante días no me permitió cargar minutos para estar siempre en contacto.

¿Por favor, marque su número de identificación (o el de la cuenta, según la entidad). Marque su clave. Marque los diez números del teléfono celular que desea cargar. El número que usted marcó fue¿ marque la tecla número (o asterisco) si es correcto. Marque el valor que desea cargar, en múltiplos de ¿X¿ pesos y por un valor máximo de ¿Y¿ pesos. La suma que usted marcó fue¿ marque número (o asterisco) si es correcto¿.

Luego de dos minutos de proceso, alrededor de 30 teclas presionadas y unos segundos más de espera, una voz al otro lado de la línea me decía que lo sentía mucho, pero que mi transacción no podía ser realizada.

¡Por favor! ¿No podía habérmelo dicho antes de pedirme todos esos datos? Además de la frustración que genera llevar tres días sin poder cargar mi teléfono, tengo que repetir todo el proceso completo cada vez, en lugar de recibir una respuesta negativa desde el principio, algo como: ¿Lo sentimos, el servicio de venta de minutos en prepago no está disponible en este momento. Por favor, intente de nuevo en tres días¿.

Generalmente me siento a gusto con los medios electrónicos de pago, pero el asunto de la recarga de minutos me ha sacado algunas canas.

También me sacan canas algunos cajeros electrónicos que tienen la costumbre de avisar que no tienen recibos cuando la transacción ya se ha realizado. Si uno es tan de malas ¿como lo he sido yo un par de veces¿ que el cajero no entrega el dinero, pero aún así lo debita de la cuenta, ¿cómo hacer para comprobarlo? Por eso prefiero los otros cajeros, los que avisan a tiempo: ¿En este momento no tengo recibos. ¿Desea continuar la transacción?¿.

Otras cuantas canas me salen al realizar transacciones en puntos electrónicos de pago, de esos instalados en diferentes lugares de la ciudad: aunque se nota a leguas que tienen papel suficiente para emitir un recibo, a veces no lo hacen. La transacción termina y el papel no se mueve un milímetro.

Hay uno de esos aparatos, localizado cerca de mi oficina, que sufre de impotencia: resulta que la tira de papel es más angosta que la impresora del dispositivo, de manera que los recibos salen con la información a medias. Si pago 35.000, parece como si solo hubiera pagado 35; si pago 150.000, el papel solo me reconoce 150, y así sucesivamente¿

Personalmente, confío mucho en los medios de pago electrónicos. De las entidades mencionadas anteriormente siempre me llaman para confirmar si hice una transacción por Internet, no más de cinco minutos después de realizar el pago; y aunque el cajero, el teléfono o el punto de pago electrónico no me den recibo, nunca he hecho un pago que no resulte efectivo. Todo eso genera mucha tranquilidad.

Sin embargo, algunas experiencias me permiten entender a la gente que, frustración tras frustración, prefiere hacer dos horas de cola en un banco o cargar una tarjeta prepago en el bolsillo, solo por si acaso. Para ellas, alguna vez la tecnología fue un obstáculo y ya nunca dejará de serlo.

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