El año pasado, cuando el mundo tecnológico intentaba comprender qué diablos quería Samsung con su primer Galaxy Note, un comentarista de ENTER.CO escribió algo así como esto: tener un teléfono de esos en la mano es como andar por la calle con una grabadora ‘ochentera’ para escuchar música.
Muchos recibimos –me incluyo– el concepto de ‘phablet’ con ironía y escepticismo: nos parecía innecesariamente grande y, por lo mismo, poco práctico. Poco móvil. No le veíamos el sentido, además, a revivir al que considerábamos un muerto: el lápiz digital. Creíamos que era un poco como volver a usar máquinas de escribir, o teléfonos analógicos.
Pero las cifras de ventas le dieron la razón a Samsung. Mostraron que era una categoría viable. Con el tiempo, la industria también comenzó a antojarse de un pedazo de ese nuevo pastel. En 2012, LG y HTC mostraron sus teléfonos de más de cinco pulgadas, y todo indica que 2013 será un año lleno de este tipo de dispositivos.
En medio de todo esto, Samsung se decidió a renovar su línea Note. Lanzó un nuevo dispositivo con pantalla más grande y especificaciones técnicas al día. ¿Logró la firma surcoreana cambiar nuestra opinión sobre esta categoría? Esta evaluación responderá esa pregunta.
Antes de encenderlo
La caja tiene lo de siempre: el teléfono, un cargador con su cable microUSB, los audífonos de rigor (lo recomendable es conseguirse unos mejores lo antes posible), el consabido lápiz, la batería y el manual. La batería, como todo lo demás, es gigante. Tanto en tamaño como en capacidad (3.100 mAh), es muy superior a la de un S III.
A primera vista, decepciona un poco que Samsung insista en ensamblar teléfonos tan costosos en carcasas de plástico que parecen tan baratas. Al poco tiempo de usarlo, nos dimos cuenta de que la tapa de la parte posterior del dispositivo tiende a desajustarse un poco. Nada grave, pues se arregla con una pequeña presión. Pero ese rango de precio merece algo mejor.
Sin embargo, parece que sufre menos el uso y el abuso que sus predecesores. Los S III de algunos miembros de la redacción de ENTER.CO –comprados hace meses apenas– ya acusan sus primeras ‘huellas de la edad’, y el Note 10.1 que probamos se alcanzó a rayar en su parte posterior con menos de un mes de uso. Los dos Note II que tuvimos en la mano fueron entregados intactos y sin rayones, y puedo asegurar que se les dio bastante ‘guerra’.
El teléfono sigue la costumbre de Samsung en lo que respecta a sus botones. Tiene un botón de encendido, otro de volumen, otro físico de ‘home’ y dos capacitivos en las esquinas inferiores. Parecen mejor construidos que los del S III: a pesar de que están hechos con el infame plástico brillante, no se desajustan y responden con suavidad.
Su puerto microUSB está ubicado en la parte inferior y no tiene puertas ni nada que estorbe, cosa que se agradece. La bandeja de la micro SIM card y de la microSD están dentro de la tapa inferior, una solución más ‘a prueba de torpes’ que las clavijas y los alfileres que tienen otros dispositivos.
Lo que no es barato, en cambio, es la pantalla. Su gran tamaño (5,5 pulgadas) y su resolución (720 por 1.080 píxeles a 267 ppp) ofrecen una experiencia muy grata. Su brillo se acomoda bien a todas las situaciones de luz, y su nitidez hace que leer, navegar, jugar o ver fotografías o video en ella sea muy placentero.
Si está obsesionado con la calibración de colores, tal vez notará que su saturación –la intensidad de los colores– está un poco arriba del punto neutro, pero ese detalle personalmente no me molestó y, por el contrario, creo que hace parte de su encanto. Lo que es realmente importante es que muestre los tonos correctamente –que no los muestre más cálidos o fríos de cómo deben ser–, y sobre eso no hay queja. De su tamaño hablaremos un poco más adelante.
La pregunta que siempre se hace luego de hablar de una pantalla grande es la de la duración de la batería. Esta prueba es superada por el Note II sin ningún problema. Nuestra experiencia fue que debe ser cargado más o menos cada 20 horas, en un día de mucho trabajo son cerca de 14 y en uno de poco ajetreo puede rendir el día completo. Es un dispositivo que permite que el usuario se desembarace un poco del cargador –sin olvidarlo del todo, sobre todo en días agitados–, y eso se agradece.
Además, es un muy buen logro técnico que Samsung haya conseguido que la pila de un teléfono tan grande y aparentemente tan ‘comelón’ rinda tanto. Debe haber avances técnicos muy importantes en las entrañas del dispositivo para hacer eso posible y hay que felicitar a los ingenieros de la surcoreana por eso.
Su forma es una gran mejora con respecto a la del Note original. Seamos honestos: el primer ‘phablet’ no era el teléfono más cómodo del mercado. Acostumbrarse a su forma grande y medio cuadrada no era fácil: en las pocas veces que tuve uno en la mano nunca me sentí seguro ni sin temor de que se me cayera. Esta vez, Samsung dio en el blanco. Lo hizo un poco menos chato y más curvo, lo que hace que cargarlo y usarlo sea otra experiencia totalmente diferente.
Su peso (183 gr) es elevado, pero no es grave. Ganó cinco gramos frente al Note original. Por supuesto, no es tan liviano como el S III (133 gr), el HTC 1X (130 gr) o el iPhone 5 (113 gr), e incluso es más pesado que el Lumia 900 (160 gr). Pero aquí las cifras son engañosas: al ocupar más área en la mano, el dispositivo hace menos presión y, –créanme– no se siente pesado. Además, es más ergonómico.
Al encenderlo, lo primero que se ve es la interfaz típica de un teléfono. Se maneja como un smartphone, no como una tableta; lo que responde la pregunta sobre si es una cosa o la otra. El Note II no es una tableta que hace llamadas, es un teléfono grande.
Encendido: se desata la bestia
Si tuviera un motor de automóvil, el Galaxy Note II seguro sonaría como un Camaro con las revoluciones a tope. El procesador saca lo mejor de la mantequilla de Jelly Bean y hace todo lo que se le pide a máxima velocidad, con un nivel de respuesta y sensibilidad que yo no había visto en ningún Android. Es lo más parecido al genio de la lámpara de Aladino que haya tenido en las manos.
El Exynos 4412 de cuatro núcleos a 1,6 GHz, sumado a sus 2 GB de RAM, no solo hace la labor, sino que la hace realmente rápido: tareas que en otros teléfonos toman un par de segundos en el Note II se hacen al instante, sin fricción ni frustración. Incluso, la navegación Web saca lo mejor de estas redes celulares nuestras, y aunque los resultados del medidor de velocidad de conexión no son superiores a los de cualquier otro dispositivo con HSPA+, la navegación, el streaming y las descargas sí se sienten sustancialmente más rápidas.
¿Qué decir del tamaño? Es una cuestión de gustos. Todos disfrutamos de tener más ‘finca raíz’ en la pantalla, pero no todos están dispuestos a pagar el precio. Mientras que, por un lado, la pantalla grande y nítida hace que navegar, leer, compartir, trabajar o jugar sea muy cómodo; por otro lado el usuario tiene que vivir con la molestia de usar un teléfono demasiado grande.
Aunque su forma y su ergonomía reducen la fricción que supone su tamaño, gran parte de ella sigue estando allí. Manejarlo de forma eficiente con una mano es imposible, en gran medida porque TouchWiz es un mod muy torpe y sobrecargado. Las soluciones que ofrece para esto –un teclado comprimido y recargado a un lado del teléfono, imposible de dominar, y una opción de segunda pantalla a la que no le pude ver ninguna utilidad en tres semanas– son buenas ideas, pero no están bien implementadas. En lugar de enriquecer la experiencia de usuario, la entorpecen.
El teléfono viene de fábrica con un montón de widgets y aplicaciones de que poco o nada sirven, o que tienen sustitutos tan superiores que vale mucho la pena pasar por el trabajo de buscarlos en Google Play Store y descargarlos. Parece que, con TouchWiz y su software, Samsung quiere abarcar mucho. Lamentablemente, solo logra apretar muy poco.
Por fortuna, es fácil solucionar esto. Cuando la segunda pantalla y los widgets se mandan a la basura, la interfaz más básica es mucho más limpia y funciona a las mil maravillas.
El lápiz es un añadido interesante pero no es lo mejor que tiene el teléfono. Funciona bien –mucho mejor que el del Note original– y cumple con lo que promete, a veces hace que manejar el teléfono sea más fácil y tiene algunas funcionalidades útiles, en especial esa que avisa cuando el ‘stylus’ está lejos del teléfono.
No hay muchas aplicaciones que le saquen provecho, y algunas que podrían hacerlo –como Evernote– no lo hacen. Además, a menos de que se use para dibujar o para hacer trabajo gráfico, casi todo lo que se hace con él puede hacerse mejor sin él. Y ‘hacerse sin él’ es hacerse sin el proceso de sacarlo y usarlo, algo que se puede hacer con alguna comodidad en un espacio cerrado, pero bajo ninguna circunstancia en la calle.
Creo que el lápiz tiene más sentido en el Note 10.1, donde la pantalla más grande sí permite emplearlo como un sustituto de la pluma y el papel. En las 5,5 pulgadas del Note II todavía se siente un poco estrecho. De todos modos, tampoco es que esté de más: quienes no dibujamos seriamente siempre podemos ponernos a garabatear en un momento libre.
La cámara de 8 MP cumple con su labor, pero no mucho más. Tiene algunas funcionalidades muy similares a las de otros fabricantes y otras que ya habíamos visto en el S III, como detección de rostros para ‘taguear’ fotos o elección de la mejor imagen de una persona entre una ráfaga. Sin embargo, también tiene todas las limitaciones que vemos en las cámaras de los teléfonos: necesita buena luz para funcionar bien, las funciones manuales no son muchas y las fotos en interiores a menudo quedan ‘lavadas’. Además tiene un problema característico: el tamaño de la pantalla hace que seleccionar el punto de enfoque sea un poco más difícil, lo que hace que las fotos con poca luz tiendan a salir movidas. Aquí una selección de imágenes para que juzguen ustedes mismos.
[nggallery id=247]¿Vale la pena tener un ‘phablet’?
La experiencia que ofrece el Galaxy Note II es excelente. Entre más se usa el teléfono, más confianza despierta y más gusto da usarlo. Su pantalla grande, fina y brillante; su velocidad y capacidad de respuesta y su comodidad en la mano se conjugan y ofrecen como resultado una de los mejores productos Android que se venden hoy. Solo es cuestión de utilizarlo con las dos manos.
Esto queda de manifiesto cuando se utiliza para jugar. En ese momento, estos tres factores se unen y convierten al Note II en uno de los mejores –si no en el mejor– smartphone Android para videojuegos. Los juegos no solo corren rápido y se ven bien, también se sienten cómodos: los dos pulgares no se estrellan ni se estorban, y el dispositivo se acopla a la mano como cualquier buen gamepad.
Si todos los ‘phablets’ van a ser tan sabrosos de usar y van a tener una propuesta de valor tan sólida como la del Note II, la categoría sí tiene sentido. La experiencia de uso hace que el usuario seguro se acostumbre a la pantalla grande y a tener que emplear las dos manos con mayor frecuencia que otros teléfonos.
Por supuesto, el dispositivo tiene algunos peros, en especial relacionados con que TouchWiz no le da la talla al hardware y complica un poco las cosas. Su precio ($1’486.000 en Movistar, $1’603.444 en Claro, ambos en prepago; Tigo no lo vende en el momento) también le pone una barrera de entrada grande para nuestro mercado. Sin embargo, el balance es positivo. Los demás fabricantes tienen un reto grande si quieren competir seriamente con este teléfono.