En la era de Netflix, solo era cuestión de tiempo para que un filme de la plataforma consiguiera llegar a los premios Óscar. Aunque ‘Roma’ lleva un tiempo en el servicio de Netflix, solo fue hasta su nominación que los ojos del mundo se posaron sobre la película de Alfonso Cuarón. Lo que no extraña, pues ni el formato ni la sinopsis apelan al público tradicional que va las salas de cine o a aquellos que buscan algo que maratonear en Netflix. Podemos aceptar la culpa y decir que incluso en esta redacción subestimamos a ‘Roma’.
Decimos que su sinopsis no ayuda, porque dice poco de lo que hace grande al filme. ‘Roma’ ubica su historia en los años 70. Su protagonista es Cleo (Yalitza Aparicio) una empleada de servicio de una familia acomodada, que vive en una colonia (barrio) que le da el nombre a la película, ubicado en la ciudad de México. La historia cuenta su vida diaria, al tiempo que un problema personal y de los habitantes en la casa donde trabaja se van desarrollando.
‘Roma’ es arte hecho cine. La fotografía de esta película es hermosa, solamente impulsada por la elección osada de presentarla en blanco y negro. Es un relato de época con cuidado que consigue retratar la vida de los años 70 a un nivel obsesivo. Tiene una belleza literaria que consigue que algunas tomas se conviertan en imágenes que quedan grabadas en la retina. Incluso cuando tiene una ‘historia’, hay un mensaje sobre la historia, clase y vida de México. Su única falla podría ser que no está diseñada para complacer a todo el mundo, en especial a aquellos que no quieran darle el tiempo o la oportunidad de brillar como se merece.
Pinturas o fotografía: la belleza de ‘Roma’
La cinta comienza con el plano de un suelo siendo sacudido por olas de agua. Sabemos que es algo común, uno de esos charcos que se forman al lavar un suelo. Pero luego, un avión atraviesa el cielo y se refleja en esa agua sucia como si fuera un espejo. Hay belleza, magia y maravilla en esta imagen y los créditos ni siquiera han terminado de pasar. Este es el fenómeno de ‘Roma’ que se repite a menudo. Y me sorprendió que consiguiera repetir esta sensación a cada momento,
La fotografía y cinematografía en esta cinta es de primer nivel. Cuarón consigue que las imágenes más cotidianas se conviertan en pinturas o fotos a blanco y negro, dignas de ser colgadas en una exhibición. Por momentos, incluso, dan ganas de pausar la cinta (si la estás viendo en Netflix) para absorber un poco de lo que entrega. Y no solo son un ejemplo de belleza, sino también de creatividad, de obsesión con los detalles.
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Antes de ver ‘Roma’ asumí, como muchos tal vez lo hicieron, que la elección de presentarla en blanco y negro tenía más que ver con hacerla parecer interesante o más artística. Pero después de verla, comprendí que hace parte de ese efecto que la película quiere conseguir. Evoca nostalgia, como si se tratara de memorias recogidas de algún álbum de esos de la abuela. Más importante, consigue de nuevo jugar con esa idea del arte al, por dar un ejemplo, entregar un mar embravecido que, por carecer de color, se traga a sus personajes.
Un relato de época con el cuidado necesario
Pero ‘Roma’ no solo se siente vieja por estar a blanco y negro. Cuarón y su equipo se esforzaron por traer al mundo real la ciudad, ambiente y vida de México en la década de los 70. Esta atención a los detalles pequeños se ve reflejada en los carros que andan por las vías, en la vestimenta con la que se mueven los personajes, en la música que suena en las fiestas o incluso en los espacios en los que se mueven. Es una película que permite viajar por el tiempo a través del cine.
Pero no solo usa la utilería para convencernos de que estamos viendo a México en la década de los 70. La película abraza por completo el clasismo, comportamiento y actitud de la ciudad que cobija esta historia. También entrega un vistazo a la forma como se movía la capital en esos tiempos e incluso entrega una perspectiva a algunos de los eventos históricos que formaron parte de esa década.
Una imagen dice más que mil palabras
Algunas personas dirán que ‘Roma’ no dice nada. Pero creo, de manera honesta, que esta cinta habla todo el tiempo. Lo hace a través de sus imágenes y creo, incluso, que es un ejemplo de cómo utilizar recursos diferentes para contar algo. Casi cada toma en la película tiene un propósito. No está allí únicamente para ser ‘bella’, sino para decirle algo al espectador sobre la situación que está a punto de ocurrir o sobre las emociones que acompañan a sus protagonistas.
Para dar un ejemplo, está una toma de la familia y Cleo comiendo helado mientras que una boda se celebra detrás de ellos. Nadie dice una palabra. No hay más sonido que el bullicio y música de la celebración de fondo. Pero este plano estático consigue entregar toda la información que el espectador necesita sobre ese momento. Y este es un logro enorme, porque es mucho más difícil entregar un mensaje de esta manera. Pero ‘Roma’ lo consigue todo el tiempo.
La magia del sonido cotidiano
Hay algo fascinante de ‘Roma’ y es su uso del sonido. Me sorprendió que la cinta consiguiera entregar emociones tan fuertes sin recurrir a una banda sonora. Hay música presente, pero, en general y en los momentos más intensos, no es una de las herramientas para aumentar la intensidad. En vez de eso, ‘Roma’ usa los sonidos de su ambiente para narrar las cosas.
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Se trata de cosas sutiles como una banda marchando por una calle, el sonido de una canción en la radio o la conversación de una llamada casi ahogada por una puerta. Usa los ruidos del ambiente, las conversaciones del fondo que no se detienen o incluso los diálogos que se atraviesan. Es más, tiene detalles como líneas de diálogo que solo aumentan esa sensación de ‘realismo mágico’ que por momentos atraviesa esa historia. Hay un personaje que a veces habla de lo que suponemos son vidas pasadas. Se trata de un detalle fácil de ignorar y que, si algo, no tiene mayor propósito en la historia. Sin embargo, embellece a ‘Roma’ de manera sutil, pero efectiva.
No todos los caminos llevan a ‘Roma’
He escuchado dos críticas comunes a ‘Roma’: no dice nada su historia y el ritmo es muy lento. Con respecto a la primera acusación, creo que arriba he defendido suficiente el punto por el que creo que es incorrecto. Esta cinta no entrega su historia a través de las herramientas usuales. De hecho, creo que esto refuerza la idea de que se trata de una obra de arte: no vale la pena verla, sino que hay que observarla.
Respecto al segundo reclamo, hay algo de cierto, pero esto no la hace una mala cinta. Es cierto que su ritmo es lento, pero eso hace parte del tipo de historia que quiere contar. Y la razón es que, como la trama dentro de ‘Roma’ es tan sencilla (al menos si la miramos desde el punto del conflicto), tiene la libertad de desarrollar otros aspectos. Pero este elemento no es un defecto del filme. Y la razón está en que, pese a que se toma su tiempo para contar lo que quiere, la velocidad en la que lo hace no es resultado de rellenar o matar el tiempo.
No todos los caminos llevan a ‘Roma’. Sin la intención de sonar elitista, esta no es una película para todo el mundo. Su propósito no es entretener, sino contar una historia de la manera más bella y eficaz posible. Y por eso es probable que sea de esos filmes que no tienen un punto medio. Aunque sea una característica que aplica para todas las películas, este filme es uno en el que la expresión “no es para todo el mundo” está justificada.
Imágenes: Netflix.
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