Luego de cuatro temporadas y 39 episodios de ‘House of Cards’, ya sabemos qué esperar de los Underwood. Ya conocemos el maquiavelismo de Frank y Claire, su falta de escrúpulos y su sed de poder, que no respeta nada.
El truco predilecto de la serie es añadirle agravio al insulto. Asombrarnos justo en el momento en el que creíamos que no se podía caer más bajo. Y aunque en temporadas pasadas eso nos hizo un poco de falta, en estos nuevos 12 capítulos ‘House of Cards’ volvió a su esencia. Afortunadamente.
(Esta reseña no contiene ‘spoilers’ de la cuarta temporada, pero de aquí en adelante vamos a hablar de las anteriores. Si quieren comenzar a ver la serie o están a medio camino, aquí pueden encontrar nuestras evaluaciones de la tercera y segunda temporadas, y un análisis de la primera).
La familia
En medio de una campaña en la que Frank busca consolidar en las urnas lo que obtuvo con mañas, nos encontramos con que la guerra entre marido y mujer está en su punto más álgido. Más que esposos, Frank y Claire solían ser socios en su carrera por el poder, pero sus ambiciones privadas se están interponiendo en ese camino.
El escenario es perfecto para que los veamos jugando sus cartas, tejiendo cada uno sus propias tramas y poniéndose zancadillas entre sí. Pero el entorno es impredecible, sobre todo cuando tanta gente ha sido pisoteada en el camino.
El conflicto de Frank (Kevin Spacey) y Claire (Robin Wright) le permite a la serie explorar un territorio en el que antes no se había adentrado: la familia. Ambos van a tener ocasión de mostrar un poco más quiénes son y de dónde vienen. Cuando conozcan a Elizabeth Hale (Ellen Burstyn), la mamá de la primera dama, entenderán mucho más qué tiene que pasar en la vida de alguien para ser tan cabrón. Y, un poco más adelante, llegará el momento de profundizar un poco en el motor detrás de la sevicia del presidente.
La relación de familia es un tema nuevo en la serie
Hacer esto suponía un riesgo alto. ¿Cómo ‘desnudar’ a los personajes y mostrar los garrotazos que los hicieron quienes son sin volverlos predecibles? La fórmula del éxito estuvo, por una parte, en revelar apenas lo suficiente, y por otra parte, en hacerlo por medio de historias y personajes excepcionales.
Burstyn hace un papel impecable, en el que logra combinar la dureza y la ternura de forma creíble y conmovedora, mientras que Robin Wright navega con maestría en el complicado mundo emocional de Claire Underwood. Y, en medio de la campaña, los escritores logran deslizarnos un par de verdades sobre Frank que desconocíamos.
Buena parte de la temporada es una reflexión sobre la familia. En varios capítulos se exploran las sutilezas y dificultades de la relación entre padres e hijos. Ese vistazo a las raíces de Frank y Claire se siente genuino: nos convence de que esos supervillanos también son humanos, y de que su relación con sus padres es complicada y profunda. Como la de todo el mundo.
La fórmula funciona
En términos narrativos, esa es la principal novedad de la serie. Aparte de algunos otros recursos bien logrados, la historia avanza por los mismos caminos y con las mismas herramientas que ya habíamos visto. La fórmula probó su valía: todas las cosas que nos hicieron enamorarnos de ‘House of Cards’ están de vuelta.
Estos 12 episodios logran construir la intriga de manera magistral, con la ayuda de unos detalles visuales cuidados al milímetro y de una edición precisa e implacable, que no permite que el ritmo desacelere ni que la tensión se diluya.
Como siempre, las actuaciones son tremendas. Frank y Claire despliegan de nuevo su repertorio de crueldades, y cada uno de los personajes secundarios tiene su propio lugar y sus propios matices. El reparto estuvo sólido, y en su conjunto, ensambló un mundo lleno de intereses, relaciones e intrigas. Tal como debe ser la vida real en la Casa Blanca.
Igual en en las pasadas temporadas, el sentido moral del espectador siempre va a estar a prueba. Esta no es una historia de buenos y malos, y la ambigüedad suele ser incómoda. Pero eso es parte de la experiencia de ver ‘House of Cards’: no podemos ser indiferentes a lo que pasa, pero tampoco sabemos bien qué pensar sobre eso, ni cómo juzgarlo. La historia revela las fisuras de nuestras ideas sobre lo bueno y lo malo. Y en ese aspecto, quizás no hay otra serie en la televisión que se parezca tanto a la vida misma.
La historia revela las fisuras de nuestras ideas sobre lo bueno y lo malo
La temporada también heredó los problemas de las anteriores, aunque en menor medida. En los momentos en los que no estamos en medio de un juego de poder, la historia parece quedarse sin impulso. Por fortuna, justo cuando está a punto de naufragar en esa narrativa inane que vimos en la tercera temporada, la trama recupera el rumbo y termina en un punto alto.
Esto hace que esta temporada sea casi tan buena como la primera, que es la mejor de la serie hasta ahora. Es muy probable que devores un capítulo tras otro casi sin darte cuenta y que pases mucho más tiempo frente a la ‘tele’ del que tenías planeado. Al menos, eso fue lo que me ocurrió.
Grandes preguntas
Las preguntas sobre el abuso de poder, la justicia y la democracia siempre han estado como telón de fondo de ‘House of Cards’. Pero esta vez algo se siente diferente. La corrupción ya no parece solo algo que ocurre allá en la serie, sino un fenómeno cercano y real.
Quiero creer que hay buena razón por la que Netflix decidió mostrar a los Underwood en campaña al mismo tiempo que ocurre la elección presidencial en Estados Unidos. Quizás, en esta época, el público está más abierto a las grandes reflexiones, a pensar sobre los asuntos políticos ‘importantes’. Y puede que la serie no esté buscando dejar moralejas, pero es imposible verla sin pensar en el mundo real.
Esta vez algo se siente diferente: más real
¿Qué tan ‘ficticio’ es Frank Underwood? ¿Qué tan cerca estamos de que alguien así llegue a dirigir los destinos del mundo? ¿En la vida real, esa persona podría ser tan imparable como Frank y Claire? ¿Vivimos todos nosotros engañados, ignorando las verdaderas causas por las que pasan las cosas? Después de ver los 13 capítulos de esta temporada, ese es el mal sabor de boca que les va a quedar.
El gran éxito de ‘House of Cards’ es que, como todas las grandes obras de arte, es mayor que la suma de sus partes. No solo está tremendamente bien hecha y bien actuada, sino también toca cuerdas sensibles de nuestra vida y cambia nuestra visión del mundo. Los pequeños defectos que le podamos encontrar no eclipsan eso.
Imágenes: Netflix.