La octava temporada de ‘Doctor Who’ tenía grandes retos antes de empezar. Un nuevo actor tomaba el papel protagonista y una actriz debía demostrar que su rol como acompañante del Doctor podía transformarse y adaptarse a una dinámica totalmente distinta. Pero más importante, esta temporada era la primera luego del aniversario 50. La carga no era poca y, realmente, este grupo de capítulos se vio en dificultades de sostenerla de la mejor forma.
Steven Moffat vuelve a repetir como ‘showrunner’ y escritor de los capítulos más importantes de la temporada. Peter Capaldi era presentado como el Doctor y Jenna Coleman interpreta de nuevo a Clara Oswald, ‘la chica imposible’.
Bienvenido Capaldi
La entrada de un nuevo Doctor nunca es fácil. Los fans de ‘Doctor Who’ tendemos a entrar en una especie de ciclo de negación cada vez que un actor protagonista se despide de la serie: primero pensamos en todos los grandes momentos, lo que aportó al personaje, quienes podrían reemplazarlo, conocemos al sustituto, dudamos, revisamos su filmografía y, finalmente, lo vemos en pantalla.
Realmente Capaldi no me convenció en su primer capítulo. Pero solo le tomó un episodio más demostrar que estaba trayendo un cambio sustancial a la serie. El actor es uno de los puntos más altos de esta temporada, y verlo autodescubrirse en distintas situaciones, donde el público tampoco podía estar seguro de la moral, actitudes y visión del nuevo Doctor, fue en definitiva un gran viaje en los 12 capítulos de la serie.
Luego de varios años de ver lo que tenían para ofrecer actores jóvenes en el papel, la entrada de un hombre canoso y que no tiene la misma capacidad física -cómo en la etapa clásica del programa- fue de lo más interesante de la serie. A pesar que argumentalmente la temporada no llegó a mejor puerto, la verdad es que Capaldi sí demostró ser mucho más que las expectativas del publico, y no puedo esperar a verlo de nuevo en el acostumbrado especial de navidad.
Entre Doctor y acompañante
La dinámica entre Capaldi y Jenna Coleman fue otra columna solida de la temporada y fue, básicamente, lo que definió un buen ritmo en la misma, aún en los capítulos más mediocres. Ambos actores tienen gran química en pantalla y las personalidades de sus personajes se complementaban de gran forma. No solo se sentía que ambos eran un buen equipo, también le dio una inyección de vida a los guiones.
Básicamente Capaldi trajo a la serie un Doctor menos bufón y más cascarrabias. Aunque Matt Smith, el actor anterior, era cómico y logró concretar una buena química con Coleman hacia el final de la temporada pasada, el contrapeso de Capaldi en esta tanda de episodios es mucho mejor.
Me explico: Coleman es una mujer joven y activa; pero Capaldi es un hombre de edad y su actitud hacia las cosas es mucho más fría. Por ello verlos en pantalla, balanceando esa química entre actores y sus personalidades dispares, definitivamente definió a ambos personajes. Capaldi encontró una forma de destacar su versión del Doctor y Coleman definió mejor su personaje.
Otro personaje que destacó fue Danny Pink, interpretado por Samuel Anderson. Su historia tuvo altos y bajos, y a pesar que su conclusión no me convenció por completo, quedé con una gran imagen del personaje y apreciaría verlo regresar. No puedo terminar de hablar de integrantes del elenco sin antes aplaudir a Michelle Gomez por su papel como la misteriosa Missy. No puedo hablar mucho sobre ella sin revelar el gran secreto de la temporada, pero los amantes de la serie quedarán satisfechos.
El problema de producción
Algo que salta a la vista es lo disparejo que fue el esfuerzo de producción en varios capítulos de la serie. Mientras episodios como ‘Flatline’ tenían efectos visuales bastante interesantes, algunas partes de ‘Robot of Sherwook’ o –peor aun– del final de temporada se sentían de bajo nivel.
Hubo capítulos con efectos visuales que nos hacían sentir que la diferencia con el cine era muy corta. Pero en otros casos habían episodios cuyos efectos simplemente eran penosos. Esto es aún más triste cuando el final de temporada tuvo esos problemas. Entre los escenarios de un planeta extraterrestre y un Londres algo distinto, parecería que el primero sería más difícil de hacer, pero era todo lo contrario. Habían episodios con planetas extraños que nos creíamos, y otros con un Londres inverosímil y una escenografía mal planeada.
Los problemas de producción, que parecían muy disparejos entre episodios, terminaban por dar sorpresas pero también decepcionaban. El problema no era una producción mediocre constante, sino una producción inconstante.
Un mal balance que pudo ser mejor
Dado que los episodios de ‘Doctor Who’ tienden a ser historias autocontenidas que lanzan pistas sobre un arco mayorque se soluciona al final de temporada, es imposible no hacer un balance de los episodios. Puedo decir que ese balance no es el mejor. Capitulos cómo ‘Deep Breath’, ‘Robot of Sherwook’, ‘Kill the Moon’, ‘In The Forest of the Night’ o el mismo final de temporada, simplemente no tenía mucho para defenderse: situaciones con poco peso dramático, historias que no cuadraban (aun en la lógica de la ficción de ‘Doctor Who’) y soluciones faciles (cómo fans de ‘Doctor Who’ estamos acostumbrados a los Deus Ex Machina, pero a veces era muy descarada la narrativa).
A pesar de esa gran mancha (prácticamente la mitad de los capítulos fueron de dudosa calidad) durante esta temporada sentí que varios episodios pueden servir para enganchar personas que no ven la serie, y esto tiene un gran valor: no cualquier historia puede hacer esa labor. Entre ‘Listen’, ‘Time Heist’ y ‘Mummy of the Orient Express’, la tanda de capítulos nos dio historias emotivas, con giros y, más importante, que se sentían completas.
A pesar de los malos episodios, también existieron capítulos aplaudibles y que pasarán a la historia de la nueva serie cómo de los mejores de la etapa de Moffat a cargo del programa. Antes de haber visto el final de temporada, seguramente habría hablado mucho mejor del arco principal de la tanda de episodios: el ‘cliffhanger’ que precedía el último episodio dió mucho de que hablar y el escenario parecía augurar un final por todo lo alto.
La mancha final
Pero eso no sucedió. El capítulo final de la temporada estuvo lleno de recursos narrativos que parecían incoherentes (aun en la lógica de ‘Doctor Who’), pensados solo para que la trama fuera más fácil y que no cerraron y agruparon de mejor forma todas las pistas que nos lanzaron a lo largo de los capítulos anteriores.
Muchas dudas quedaron al aire o con respuestas simples. No me puede faltar mencionar que la dirección del capitulo final dejó mucho que desear. Esa es realmente la gran mancha de la temporada, y es una pena por las cosas positivas que se venían construyendo.
Esta temporada se preocupó muy poco por las cosas que nos presentaron en los especiales de hace un año, y no se tomó la molestia de rescatarlas y hacer algo importante con el canon de la serie.
Entre Doctores y capítulos
En definitiva esta fue una temporada extraña. Con un gran Doctor, una increíble química con su acompañante y capítulos emotivos e interesantes. Pero también tuvo su buena porción de historias dudosas, cuyas fallas eran muy notorias. Su final de temporada no tuvo la fuerza necesaria y la producción general fue dispareja. Esta pudo ser una mejor etapa, pero no lo fue. Nos quedaremos con un gran Doctor, pero unas historias que pudieron ser mucho mejores.